Escapar de la miseria

«El mundo sigue». Fernando Fernán-Gómez, 1963

Una publicidad sagaz e insistente puede haber hecho creer que El mundo sigue fue una película prohibida por la censura y rescatada por fin ahora, con motivo del cincuentenario de su primer y fugaz estreno. Y es cierto que en fase de guion tuvo sus más y sus menos con los censores, pero la verdad es tan triste como eso o más aún, si cabe. Castigada por los organismos oficiales con la peor calificación administrativa –lo que impedía disfrutar a sus distribuidores de ciertos permisos de importación y doblaje de películas extranjeras, que era donde estaba entonces el núcleo del negocio cinematográfico–, solo se exhibió en un cine de Bilbao formando programa doble con otra, dos años después de su realización y antes de desaparecer del horizonte durante medio siglo. Pero es cierto que se exhibió en filmotecas, fue restaurada digitalmente hace algún tiempo y tuvo bastantes pases en televisión, por lo que el alboroto publicitario organizado en torno a su reestreno actual tiene algo de oportunista.

En cualquier caso, bienvenido sea el filme, porque no solo constituye uno de los puntales básicos de la amplia y meritoria filmografía de su autor, sino porque, visto hoy, y salvadas las lógicas distancias, adquiere una sorprendente actualidad. Basta con leer el fragmento de la Guía de pecadores, escrita por Fray Luis de Granada hace más de cuatrocientos cincuenta años, que aparece en forma de rótulo inicial, para descubrir qué poco han cambiado algunas cosas en este país nuestro, que, como el mundo del título, sigue y sigue y sigue. Dice así: «Verás maltratados inocentes, perdonados los culpados, menospreciados los buenos, honrados y sublimados los malos; verás los pobres y humildes abatidos, y poder más en todos los negocios el favor que la virtud». Actualizando la sintaxis, esa declaración podría servir de resumen de muchos noticiarios de hoy mismo, en este país atravesado por la corrupción, la parcialidad de la justicia y otros muchos males estructurales.

Fernán-Gómez materializa esa pavorosa descripción a través de una humilde familia del barrio madrileño de Maravillas, compuesta por un padre guardia urbano, legalista y autoritario, una madre abnegada, comprensiva con los suyos pero apegada a los valores tradicionales, un hermano que abandonó el seminario poco antes de llegar a cura y se pasa el día rezando con cualquier motivo, y sobre todo por dos hermanas de posiciones, temperamentos y actitudes ante la vida no solo opuestas sino abiertamente enfrentadas, incluso a golpes con demasiada frecuencia.

Una de ellas, Luisita –eficaz Gemma Cuervo–, ha decidido dedicarse a lo que su madre llama caritativamente «la vida ancha» para ascender económica y socialmente en un mundo dominado por la ruindad de los poderosos y la miseria de los desposeídos, en una demostración deslumbrante del axioma marxista de que la realidad determina la conciencia, puesto que en cuanto logra una cierta posición, empieza a pensar y actuar como los ricos que han comprado sus favores a bajo precio.

La otra hermana, Eloísa –deslumbrante Lina Canalejas–, tan bella que consiguió en su momento el título de «Miss Maravillas» y se ve acosada constantemente en la calle por las miradas y los requiebros de machos sin domar, se casó con un triste camarero obsesionado con las quinielas y tiene que pedir ayuda a sus padres para alimentar a los niños que él le hace sin la menor pasión y con no poco desprecio. Este personaje, Justino –interpretado por el propio director, Fernán-Gómez– se erige en prototipo del españolito medio del momento, con su pasión por el dinero que no tiene ni tendrá, dispuesto a todas las chapuzas, incluido el robo, y, por encima de todo, marido tiránico y despectivo, en un reflejo del sexismo hispánico que estremece todavía hoy al contemplarlo.

Con estos y otros elementos, extraídos de la realidad más inmediata con una técnica cercana al neorrealismo italiano durante tantos años vetado en España y que su director prefería llamar «cotidianismo», El mundo sigue se nos aparece hoy como una de las piezas maestras del cine español de los primeros años sesenta, que quedaría ensombrecida injustamente por el auge del llamado «nuevo cine español» –propiciado desde el régimen franquista para ofrecer una apariencia más «abierta» ante la Europa a la que pretendía vincularse tras la larga época de aislamiento–, pero que comparte con este muchos de sus valores y que ha quedado para la historia como un fresco sorprendente de la España del momento. Un fresco dramático que molestó sin duda cuando fue creado y que ha tenido que esperar cincuenta años para ser reconocido como merece.

 

FICHA TÉCNICA

Dirección y Guion: Fernando Fernán-Gómez, sobre la novela homónima de Juan Antonio de Zunzunegui. Fotografía: Emilio Foriscot, en blanco y negro. Montaje: Rosa G. Salgado. Música: Daniel J. White. Intérpretes: Lina Canalejas (Eloísa), Fernando Fernán-Gómez (Faustino), Gemma Cuervo (Luisita), Milagros Leal (doña Eloísa), Francisco Pierrá (Agapito), Agustín González (don Andrés), José Morales (Rodolfo), Fernando Guillén (Rafa). Producción: Ada Films (España, 1963). Duración: 119 minutos.

 

Más información en programadoble.com, el blog de Juan Antonio Pérez Millán.

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