
En la sociedad civil, se decía, los malos van a la cárcel. Y en la religiosa, se decía también, al infierno. Sin embargo, afirmaban otros, la cárcel era a veces la antesala del cielo; no tanto por la reparación o la reinserción que, según algunos, la prisión procura, como porque los malos de un lado no eran los mismos que los malos del otro. Ocurre esto, sobre todo, cuando la sociedad civil está regida por déspotas y la religiosa por inquisidores. En esos casos suelen ponerse de acuerdo. A los malos les corresponden la cárcel y el infierno y a los buenos el reconocimiento social y el cielo. Durante muchos años la iglesia católica española se alió con el dictador y todavía busca argucias para no demostrar de manera fehaciente no solo su error sino también su falta de arrepentimiento. Quizás porque no hubo error, el peor de los supuestos.
