
En vísperas de la campaña electoral la TVE del PP encontró nuevas vías de financiación. ¿Coincidencia o milagro?
La austeridad impuesta en pro de la demolición de la televisión pública se hizo revisable en los preludios electorales. Explicación: para que los mensajes peperos calen se requieren audiencias; y a TVE le faltaba de todo.
Sin embargo, en ese plan no basta el dinero, salvo que se trate de repartirlo entre amigos.
La TVE del PP quizás pretenda ahora ambas tareas.
Por ello, reclutó a José Luis Moreno, beneficiario sempiterno en épocas peperas; a Buruaga, ayudante de cámara; a los Morancos, símbolos de lo rancio… No resolvieron nada, pero cobraron. Misión cumplida el 50%.
Ahora compran los derechos de los resúmenes del fútbol y, sobre todo, llaman a filas a Bertín Osborne (con Carmen Franco, qué casualidad) y a Sánchez Dragó, personajes cuyo pensamiento ofende.
Tampoco resolverán nada, pero cobrarán. Otro 50% satisfecho.
Antes de la huida, pues, desprecio a los ciudadanos y reparto interno de dividendos. Bárcenas, Rato y todos ellos.
No basta. La renovada vida televisiva de estos personajes siniestros (parecen zombis y tal vez lo sean) será corta y, por ello, la autoridad aún vigente prepara su hegemonía para el tiempo próximo. La autoridad que redujo canales para meter miedo los añade ahora: a dos meses de las elecciones premia a Telecinco y Antena3, con los que siempre ha tejido alianzas –en especial en este cuatrienio, pese a la anomalía de La Sexta–, y a otros debutantes: Real Madrid, Tv13, Secuoya y Kiss FM. O sea, a Florentino Pérez y el equipo del presidente del gobierno, a la Cope que abandera la reacción eclesiástica con la bendición de Carlos Herrera, a una productora dispuesta a venderse a bajo precio (porque sus trabajadores trabajan a destajo y sin derechos) y a un empresario acomodaticio sin otras ínfulas que el dinero.
¿Milagro, coincidencia o castigo?
¡Qué lástima de la televisión pública! ¡Y de la privada! El Gobierno las considera suyas. En su propia agonía hace testamento: el legado de los estertores de un gobierno impúdico.
