Retablo para obispos en crisis existencial

 

No todas las cosas que dicen los obispos están mal. Muchas, sí. Todas, no. Hay que precisar.

¿Rouco la caga cuando dice que Fraga es su hermano?

Él sabrá. A mí particularmente, una vez puesto en la pista, se me parecen mucho. De pensamiento y obra, por lo menos. ¿Es suficiente para sustentar una afirmación tan fuerte e intensa? Debemos considerar. No se le puede culpar de haber reconocido, o confesado, una realidad que a cualquier otro le hubiera demoronado. A mí mismo. ¿Yo, hermano de Fraga? ¿Yo, hermano de Rouco? ¿Yo, de los dos? Sólo de imaginarlo, me deprimo.

¿No es asimismo de admirar que el obispo de Tarragona reconozca que a él le gustaría ser madre?

Comprendo su frustración. No se debe hacer leña del que sufre tanto y en silencio por esa minusvalía. Ya sé que sería más fácil que las mujeres pudieran ser curas que los obispos madres. Pero te preguntan por esto y te sale la frustración del alma. ¿Tiene remedio? Yo creo que sí: tendrán que rezar más. Y si el obispo precisa ayuda en ese menester, pues que lo diga, que podemos crear una fundación o una ong de rezadores ad hoc. Las hay por menos.

Sin embargo, que al obispo de Valladolid se le ocurra decir que la vicepresidenta, ¡Santa María!, no es la persona indicada para subirse al púlpito de la catedral pucelana a pregonar la Semana Santa, no; eso no. ¿Quién mejor que la portavoz del gobierno democrática y abrumadoramente elegido, Sor Aya, para anunciarnos la pasión, pesadilla o calvario que nos ha caído encima por culpa de tantos fariseos, vividores, arribistas y lacayos del imperio? ¿Cómo no va a poder hacerlo tras su entrenamiento semanal al término de los consejos de ministros donde nos anuncia minisemanasantas en capítulos? ¿Cabe acaso otra semana de pasión más deprimente que la que ella misma pregona? ¿Dónde está, pues, el problema? ¿En el púlpito? Puedo entender que la mencionada no sea un ejemplo de moralidad católica –no casó como Dios manda– y que eso la incapacite para dirigir e incluso presidir un acto eminentemente religioso. Pero, ¿quedan hechos eminentemente religiosos?, ¿no vivimos en un lío en el que ya no se sabe si los obispos gobiernan (por ahí anda suelta la ley de libertad religiosa, el derecho a la muerte digna, la revisión del aborto y el matrimonio homosexual o el fraude fiscal de quienes no pagan por su patrimonio) o si los ministros dicen misa, que haberlos…?

O sea, más vale no crisparse. No. Para concluir algo definitivo, sobre el bien o el mal de las actuaciones pastorales de sus eminencias, habría que preguntar. Mas no sé a quien. No puedo dirigirme a las madres de Fraga o Rouco, que en gloria estén. Podría acudir al obispo de Valladolid, si fuera madre. ¿Y a Soraya? Ella es madre, pero con tanta semana santa quizás no esté de humor… Y además no casó como dios manda.

Si los obispos la organizaran un viaje nupcial… Con Rouco de padrino y Fraga de madrina, abriendo el cortejo el obispo de Tarragona ataviado de dama de las flores, y cerrándolo el de Valladolid de paje de anillos resultara hermoso. ¡Un retablo celestial!

 

 

 

 

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