La izquierda retrocede. Los ciudadanos no confían en ella y sus dirigentes carecen de planes e ideas. La derecha acapara a los desafectos de la izquierda descafeinada y afianza su discurso conservador. La ultraderecha espera: cada vez el modelo imperante se parece más al suyo. Gobiernan sin acudir a las elecciones, pero no habrá que descartar esa hipótesis.
El tea party funciona en otros lares sin necesidad de infusiones. ¡Para qué sucedáneos!
