El arte Supremo de los trileros

Primero, le condenaron sin derecho a apelación. Luego, le sobreseyeron en otra causa por prescripción del supuesto delito, aunque sembraron dudas sobre su comportamiento. Al fin, le absolvieron en otro juicio proclamando que sus decisiones fueron tan errada como supuestamente bienintencionadas. Vamos, que no buscaban hacer sangre.

Nada se apartó de lo previsto ni de lo deseado por quienes esgrimieron la sartén y el mango. Le condenaron por razones técnicas, le sobreseyeron por impotencia para acomodar la realidad a sus sucios propósitos y le absolvieron para evitar su desprestigio general e incluso universal. Aún así no desaprovecharon cualquier oportunidad para vilipendiarle y proclamar su generosidad.

Conclusión: una mierda.

Pusieron lo último en primer lugar, movieron fichas debajo de la mesa, reabrieron lo cerrado, hicieron trampas a la vista de todos… Los jueces del Supremo se han puesto en evidencia: a su lado, los trileros son artistas.

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