Hace un par de horas el Telediario informaba sobre el último proceso abierto por la justicia italiana contra el primer ministro Berlusconi. Cabe suponer que este caso tendrá los mismos efectos que todos los anteriores, pese a ciertos aires que de vez en cuando parecen purificar el pútrido ambiente transalpino. A fin de cuentas, minucias relacionadas con la prostitución y las relaciones de Su Emitencia con menores. Pecadillos de un hombre joven septuagenario.
Pues bien, daba cuenta el Telediario de esos avatares y mostraba a una jovenzuela ligera de ropa que, a medida que avanzaba el escarnio informativo, demudaba la minifalda en ropa interior hasta cubrir su indudable voluptuosidad con sutiles encajes y transparencias. Ahí estallaba la acusación central: Berlusconi ha pagado prostitutas y menores de edad con fondos públicos.
En ese instante de desvergüenza e ignominia se colaba en la narración un plano en el que don Silvio saludaba entrañablemente a doña Angela Merkel, su homóloga alemana. No supe qué pensar. Ni que entender.
Inmediatamente después Berlusconi se justificaba. No sé si por lo uno o por lo otro. Seguramente, por nada. Carecen de vergüenza.
