
El presidente de la Diputación acudió al pueblo a soltar su mitin electoral. Los vecinos se quejaron de no haber recibido la subvención para dotar al tanatorio de aire acondicionado. El presidente abandonó el mitin, se dirigió a su coche, regresó al salón y entregó al alcalde pedáneo 3.000 euros en billetes de cincuenta: “Ahí tienes, ya me los devolverás cuando llegue la subvención”. Asunto arreglado por “el cacique”.
Observo una fotografía de Francisco Camps. Le ha crecido mucho la nariz. ¿Por qué será?
Veo a Mario Vargas Llosa haciendo campaña junto a Rosa Díez. Recuerdo la frase de su mujer: “Sólo sirves para escribir”.
Un spot electoral del PP se basa en la denigración de los mensajes del PSOE. Las normas vigentes en la publicidad convencional podrían rechazarlo. Aquí no.
Me llega la última revista del ayuntamiento de mi pueblo a cinco días de las elecciones: “Comienza la primera entrega de pisos…”, “La ampliación del centro comercial creará más de 400 empleos directos”, “Éxito del programa de acogida…”, “La nueva oficina… a pleno rendimiento”, “El mejor festival de cultura urbana”, “El ayuntamiento pone en marcha en seis colegios más…” Aún estoy en la mitad de la publicación. ¿Para qué seguir? ¿Por qué tengo que pagar?
Un asesor del PSOE y de la presidencia del gobierno en asuntos de comunicación explica que «los programas no generan emociones primarias, por eso, cuanto menos se hable de ellos en un mitin mejor». Acabemos con el programa, porque, muerto el perro, se acabó la rabia.
