
La mentira, entre los católicos, es pecado venial.
En otras confesiones, más protestantes, la mentira política descalifica.
El caso más flagrante, el de Richard Nixon. Pero hay muchos más, incluidos los ministros alemanes u holandeses que falsificaron su curriculum o plagiaron una tesis doctoral (sin llegar, bien es cierto, a la excelencia de Camps).
En España seguimos fieles a nuestra fe: ahí siguen Rajoy, Felip Puig… Practicantes compulsivos de engaños, mentiras y mentirijillas, en cualquier otro lugar, mortales.
