
«El hijo del otro». Lorraine Lévy, 2012
En un hospital de Haifa, el mismo día de 1991, nacieron dos niños, uno israelí y otro palestino –porque la madre de éste estaba de visita y el parto se precipitó–, que fueron cambiados en medio del caos provocado por un ataque armado. Años después, es decir, en la actualidad, un análisis de sangre rutinario pone a los padres del primero en la pista del error, que acabará confirmándose sin margen de duda.
Así se desencadena el conflicto central de El hijo del otro, tercera película de la cineasta francesa de origen hebreo Lorraine Lévy, cuyos dos primeros largometrajes, La première fois que j’ai eu 20 ans (2004) y Mes amis, mes amours (2008), permanecen inéditos en las salas españolas. A partir de ese descubrimiento, los interesados y sus familias tendrán que ir asimilando una realidad que los perturba profundamente, porque pone en cuestión no sólo sus afectos más hondos, sino también sus convicciones, en un contexto crispado por la pertenencia a dos comunidades separadas por un muro casi infranqueable y por décadas de agresiones violentas.
Esa tensa madeja de sentimientos encontrados, donde los padres –uno coronel del ejército israelí y el otro ingeniero obligado por las circunstancias a trabajar como mecánico de automóviles– adoptan actitudes radicales mientras las madres se muestran más comprensivas y dispuestas a buscar una salida que no produzca nuevas heridas irreparables, queda expuesta y desarrollada en la película con notable pericia técnica. La narración de El hijo del otro fluye con soltura, adoptando un tono convencional y poco arriesgado, pero donde la planificación cercana, los movimientos de cámara imprescindibles y muy expresivos, el montaje eficaz, sin efectismos gratuitos, y unas interpretaciones sobresalientes facilitan al espectador la recepción serena, aunque no exenta de sentimentalismo, del conjunto de problemas que se plantean.
No residen, pues, en los elementos cinematográficos los reparos que pueden ponerse a una cinta como ésta. Importa más, ante todo, que surge de –y parece dar por bueno– un problema en realidad falso, o por lo menos tendencioso: esos dos jóvenes de casi veinte años ‘son’ de hecho israelí y palestino por la educación que han recibido y con independencia de su carga genética. Es discutible que ésta deba servir para poner patas arriba sus vidas y las de quienes los rodean por puro fundamentalismo, adobado en este caso por el fanatismo religioso-político: por el hecho de no ser ‘sangre de su sangre’, sino de la de otros. Y, como consecuencia de ese planteamiento torcido de raíz –que alcanza su máxima expresión en la ‘lección’ del rabino que explica al joven que no puede ser judío si su madre no lo es– resulta, por ejemplo, que los padres, presentados como dos seres cerriles que se niegan a admitir las consecuencias de un error fortuito, acabarían teniendo ‘razón’ frente a la buena voluntad de las madres, que en el fondo responden a la vieja tesis del ‘fruto de mis entrañas’.
Y, por otra parte, tratándose de un problema tan agudo, antiguo y desigual como el que enfrenta a israelíes y palestinos desde que aquellos ocuparon las tierras de éstos por un dictamen interesado de las grandes potencias después de la Segunda Guerra Mundial, la simple ‘reconciliación afectuosa’ a la que parece remitirse el filme de Lévy resulta bastante sesgada, si no tramposa. No basta con decir ‘vamos a llevarnos bien’ sin solucionar antes el asunto que ha dado lugar a tan graves desavenencias. Esa salida aparentemente amable pero que oculta un estatus de dominación de una parte sobre otra sonará demasiado, entre nosotros, a las arteras peticiones de ‘consenso’ y ‘constitucionalidad’ por parte de quienes tienen la sartén por el mango, para que la disconformidad de los demás no vaya a fastidiarles la fiesta, ahora que gozan del poder y lo utilizan a sus anchas… Algo similar ocurre con el desenlace de esta película que, por cómo comienza y cómo acaba, da la impresión de ser mucho más oportunista de lo que aparenta. Aunque esté muy bien contada.
FICHA TÉCNICA
Título original: «Le fils de l’autre». Dirección: Lorraine Lévy. Guion: Lorraine Lévy y Nathalie Saugeon. Fotografía: Emmanuel Soyer, en color. Montaje: Sylvie Gadmer. Música: Dhafer Youssef. Intérpretes: Emmanuelle Devos (Orith Silberg), Pascal Elbé (Alon Silberg), Jules Sitruk (Joseph Silberg), Mehdi Dehbi (Yacine Al Bezaaz), Areen Omari (Leila Al Bezaaz), Khalifa Natour (Saïd Al Bezaaz), Mahmood Shalabi (Bilal Al Bezaaz), Diena Zriek (Amina). Producción: Rapsodie Production y Citè Film (Francia, 2012). Duración: 105 minutos.
