La represión de los deseos

«Meteora». Spiros Stathoulopoulos, 2012

Una monja rusa, Urania, y un monje griego, Theodoros, de confesión ortodoxa, viven en sus respectivos conventos, situados en dos de los elevados montes del extraordinario paisaje de la región de Meteora, al norte de Grecia. Un primer contacto entre ellos, quizá no bien justificado en el guion, pone en marcha un complejo proceso afectivo, salpicado de oraciones, arrepentimientos, penitencias y mortificaciones, y alimentado apenas por los rayos de sol que se reenvían de una celda a otra mediante espejos improvisados. Cada uno de ellos atiende, entre tanto, a las obligaciones propias de su condición, pero por más sincera e intensamente que lo intentan, no logran reprimir por completo los deseos que arden en ellos.

Este sencillo esquema argumental sirve al cineasta greco-colombiano Spiros Stathoulopoulos para llevar a cabo un experimento audiovisual no muy alejado, en el fondo, del que realizó con su primer largometraje, PVC-1, cuyo título respondía al tipo de explosivo que una banda de delincuentes colgaba al cuello de una campesina colombiana para extorsionarla pidiéndole un dinero que no tenía. Y que, como ya hiciera Aleksandr Sokurov en El arca rusa (2002) por las salas del Hermitage de Petrogrado, estaba compuesto por un solo plano de 85 minutos, que hubo que rodar cuatro veces hasta que su autor quedara conforme con el resultado, y en soporte digital, porque las bobinas de celuloide no permiten esa duración continua, lo que, como es sabido, había obligado a Alfred Hitchcock a disimular varios cortes y los correspondientes empalmes en su celebrada La soga (Rope, 1948).

No son tan largos, desde luego, los planos que componen Meteora, pero sí estáticos, contemplativos hasta la exasperación, ya se trate de los citados paisajes espectaculares, que vienen a representar el poder de la naturaleza, o bien de unas tablas con motivos religiosos, al estilo de los iconos bizantinos, sobre los que en ocasiones aparecen los personajes en forma de imaginativas figuritas animadas, bastante más expresivas, por cierto, que los intérpretes reales.

Lo más curioso de ese atrevido ejercicio de comunicación, que en ciertos aspectos formales recuerda al cine de Theo Angelopoulos, es que plantea un conflicto frontal entre los deseos naturales y la constricción que les imponen las distintas confesiones religiosas, pero lo hace de modo que hasta muy cerca del final no se sabe bien si el autor está de parte de los primeros o de las segundas. Porque mientras el desarrollo de la película tiene todas las características de un ritual litúrgico casi silente, salvo por el recitado de varias estrofas del Salmo 23 más algún breve diálogo aislado, que haría las delicias de los creyentes más apegados a las tradiciones eclesiásticas, su desenlace… bueno, su desenlace es bastante diferente. Como pista para no desvelarlo por completo, digamos que al parecer la poderosa iglesia ortodoxa griega ha impedido que el filme se proyecte en su país.

Pese a la cuidadosa elaboración formal de este producto singular, y a la relativa coherencia interna de su planteamiento, da sin embargo la impresión de que Spiros Stathoulopoulos se ha preocupado sobre todo, y una vez más, por impresionar al espectador con lo insólito de su aventura, que adquiere así un aire de artificio molesto y poco propicio a la reflexión sobre el grave problema que plantea: la represión de los deseos naturales por parte de las religiones, que suele provocar trastornos de conducta en sus seguidores y que en el fondo ha venido siendo una de las claves configuradoras de la historia de la humanidad y sigue lastrando profundamente el normal y deseable funcionamiento de las sociedades contemporáneas. Más nitidez y menos preciosismo gratuito habrían hecho de Meteora una película de mayor interés y utilidad.

FICHA TÉCNICA

Título original: «Metéora». Dirección: Spiros Stathoulopoulos. Guion: Spiros Stathoulopoulos y Asimakis Alfa Pagidas. Fotografía: Spiros Stathoulopoulos, en color. Montaje: George Cragg. Música: Ulrich Scheideler. Intérpretes: Theo Alexander (Theodoros), Tamila Koulieva-Karantinaki (Urania), Giogios Karakantas (flautista), Dimitri Hristidis (ermitaño), Stelios Mavroudakos (pastor), Zoe Stathoulopoulos (superiora), Alexandra Siafkou, Eleni Sioutas y Alexia Prassa (monjas). Producción: Polyplanity Productions, Essential Filmproduktion y ZDF/Arte (Gracia, Alemania y Francia, 2012). Duración: 82 minutos.

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