
Montoro es un tarugo. Sonriente, pero tarugo.
Acaba de decirlo esta mañana: «No tomaremos nuevas medidas que agudicen la recesión».
– Ya hemos tomado bastantes, debió añadir.
Tal vez no lo hiciera, porque el presidente del Gobierno lo utiliza como arma disuasoria y él, por eso se ríe, cumple a satisfacción del jefe y de sí mismo. Y pese a algún despiste, no ceja. Un día amenaza a los periodistas, otro a los diputados, siempre a los currantes… Todos, al parecer, defraudamos. Y para eso está él, para corregirnos y, si reincidimos mucho o en mucho, para amnistiarnos. Por eso sigue ahí: por el bien de los dejaron de recibir amenazas.
Como no le entienden, hay quienes se asustan de que pueda divulgar las declaraciones fiscales de unos u otros. Argumentan que eso iría contra la ley. Pues, visto así, sería bueno que la ley dejara a Montoro hacer lo que utiliza como amenaza. Empezando, claro está, por él mismo. Sería un tarugazo. Para más de uno.
Dicen que Beppe Grillo es una consecuencia de Manos Limpias.
– ¿Como su hijo?
– Su nieto. Antes llegó Berlusconi.
– No, Grillo no puede ser hijo de Berlusconi.
– Este hombre es tan promiscuo que podría serlo.
– ¿Con esos pelos?
Y aquí, en España, ¿hay todavía padres e hijos? ¿De quién es Montoro? ¿El primer tarugo? En este país, ese blasón, más que ascendencia, es dinastía.
