«Mil veces buenas noches». Erik Poppe, 2013
Los reporteros suelen realizar una labor heroica, arriesgando sus vidas para dejar constancia, llamar la atención y denunciar graves problemas de violencia, así como de explotación y otras injusticias en cualquier rincón del mundo. Pero también corren el riesgo de caer en el mercantilismo sensacionalista, o facilitar que lo hagan las agencias y otros medios para los que trabajan.
El director noruego Erik Poppe, fotógrafo de guerra él mismo en otros tiempos, parece haber caído en la trampa de un dilema similar al plantear Mil veces buenas noches, su cuarto largometraje hasta el momento y primero que goza de una cierta difusión comercial en España. Porque el tema es apasionante, además de llamativo, y las declaraciones con las que su protagonista –Rebecca, una conocida fotógrafa a la que encontramos en Kabul, registrando minuciosamente con su cámara los preparativos de un atentado suicida– justifica su trabajo son irreprochables. Y sin embargo, una película que se supone bienintencionada en ese sentido acaba haciendo aguas por todas partes.
El guion, que al empezar da pie a unas imágenes de tanto impacto y posee una estructura circular, está lleno de saltos, gratuidades y situaciones inexplicadas. El manejo del tiempo es tan torpe que el espectador no puede adivinar cuánto ha transcurrido entre una secuencia y otra. La inserción de ráfagas imaginarias o soñadas tiene un efecto grotesco, con su pretencioso aire de autor. Poppe debe de creer que la lentitud es señal de profundidad, sin darse cuenta de que si lo que muestra queda vacío de contenido, el resultado es de una banalidad exasperante. Y por si fuera poco, su protagonista absoluta, la tantas veces eficaz Juliette Binoche, está aquí mal dirigida y sobreactúa con frecuencia (aparte del penoso doblaje de la versión española, pero esa es otra historia). Sólo la fotografía, como corresponde al asunto tratado y al trabajo anterior del director, parece cuidada con esmero, no exento de cierto esteticismo.
La clave del argumento consiste en que Rebecca siente una tendencia insuperable a ejercer su oficio en zonas peligrosas, ya sea por convicción, por vocación o por puro instinto. Pero tiene un marido, una hija adolescente, Stephanie, y otra más pequeña, Lisa, y los tres la presionan, cada uno a su manera, para que abandone ese trabajo, permanezca en casa y pueda desearles mil veces buenas noches. Sorprendentemente, cuando está a punto de hacerlo –y además su agencia le juega una mala pasada, aceptando presiones políticas para no publicar las fotos de Kabul–, es su propio marido el que la impulsa a viajar hasta un campamento de refugiados en Kenia, aparentemente tranquilo, acompañada por su hija mayor, que debe hacer un trabajo escolar sobre el problema… La irrupción de un comando asesino en ese territorio provocará un nuevo y grave enfrentamiento, también en el seno de la familia. Por la extraña razón de que Stephanie ha grabado en vídeo la acción casi suicida de su madre.
Frente a esas tensiones que amenazan con desgarrar la vida familiar en beneficio de una dedicación profesional casi compulsiva, no tienen demasiada relevancia en la película los matices que muchos han querido ver sobre otro de los grandes problemas del reporterismo: ¿registrar la realidad para que sea conocida por todo el mundo, o intervenir en ella para evitar en lo posible una acción atroz? A pesar de las ya citadas declaraciones de la protagonista, que muestra ante su hija una actitud profundamente comprometida, y del relativo avance que se observará en una actuación posterior, da la impresión de que Erik Poppe se ha dejado llevar sobre todo por los aspectos más espectaculares o dramatizables de su antigua profesión y ha creído que con reflejarlos, aunque sea desordenada o incoherentemente, es suficiente para hacer que el espectador se emocione y reflexione sobre el fondo de las cuestiones que toca, más o menos de pasada. Y la verdad es que no lo consigue, aunque la duración de su obra bordea las dos horas, buena parte de ellas perfectamente prescindibles.
Título original: «Tusen ganger god natt». Dirección: Erik Poppe. Guion: Erik Poppe y Harald Rosenlow-Eeg. Fotografía: John Christian Rosenlund, en color. Montaje: Sofia Lindgren. Música: Armand Amar. Intérpretes: Juliette Binoche (Rebecca), Nicolaj Coster-Valdaux (Marcus), Lauryn Canny (Stephanie), Adriana Cramer-Curtis (Lisa), Chloë Annette (Jessica), Maria Doyle Kennedy (Theresa), Larry Mullen (Tom), Mads Ousdal (Stig). Producción: Paradox, Newgrange Pictures, Film i Väst y Zentropa International Sweden (Noruega, Irlanda y Suecia, 2013). Duración: 117 minutos.
