Otro pelotazo

«El Niño». Daniel Monzón, 2013

 Mientras se dedica a destrozar el gusto y la inteligencia de sus espectadores a través de la cadena Telecinco, el grupo Mediaset se apunta a otra causa para ganar dinero, interviniendo también en la producción de determinadas películas que se intuyen taquilleras. La cosa no tendría mayor importancia, dada la lógica del exclusivo beneficio en que nos hacen vivir inmersos, si no fuera porque los capos del grupo lamentan amargamente la existencia de una ley que los obliga a dedicar al cine –ese material con el que rellenan sus parrillas, poniendo buen cuidado en no emitir más que bodrios, con contadas excepciones­– un pequeño porcentaje de su volumen de negocio. Y hasta tienen el valor de exigir con insistencia y no poca altanería la supresión de esa norma, al tiempo que se aplican a sacarle el mayor partido posible.

Está por ver si el éxito comercial de algunos de esos productos –recuérdense, en los últimos tiempos, Lo imposible, de Juan Antonio Bayona, o los cargantes Ocho apellidos vascos, de Emilio Martínez Lázaro, entre otros títulos– se debe a su hipotético valor o a las masivas campañas publicitarias con las que nos bombardea ese mismo grupo por todos los medios a su alcance, hasta el punto de obligar a referirse a ellos a las cadenas de la supuesta competencia. No hay más que ver cómo un joven llamado Jesús Castro, con una primera intervención cinematográfica en la que apenas muestra más capacidad interpretativa que un entrecejo fruncido y una mirada torva, se ha convertido en un personaje popular, un nuevo ídolo, invitado a participar en cuantos programas basura pueblan el lamentable panorama actual de la televisión en España.

El joven en cuestión protagoniza, junto a intérpretes de verdad como Luis Tosar, Eduard Fernández, Bárbara Lennie y Sergi López, una cosa titulada El Niño que promete arrasar las salas como el fenómeno atmosférico que lleva ese nombre o como el tsunami que hizo de oro a los espabilados fabricantes de Lo imposible. La cosa en cuestión va del tráfico de drogas a través del Estrecho de Gibraltar. Un problema –el del contrabando de cualquier objeto o sustancia entre Marruecos, Gibraltar y Algeciras o La Línea de la Concepción–  tan viejo como la existencia misma de las fronteras, que trae consigo graves traumas sociales y trata de compensar, a su manera, el abandono en que se encuentran esas localidades del Campo de Gibraltar desde tiempo inmemorial.

Nada de eso parece haber interesado al equipo creador de El Niño. Daniel Monzón, antiguo crítico de cine y realizador de cualquier tipo de películas, con preferencia por las que puedan hacer mucho ruido –desde El corazón del guerrero (1999) a la más estimable Celda 211 (2009)–, ha visto esos escenarios desoladores como lugar ideal para montar una aventura a lo grande –el eterno complejo español de no saber rodar escenas de acción a la americana–, llena de persecuciones trepidantes pero prolongadas hasta el hastío, planos de efecto, montaje sincopado y ruidos atronadores. Como pretexto, dos historias paralelas de amistad, lealtades y traiciones, por una parte entre los policías que persiguen el narcotráfico, con un ligero apunte sobre el gravísimo asunto de la corrupción en ese ámbito, y por otra entre los chavales que se juegan el pellejo transportando droga en lanchas de goma a través del Estrecho para unos jefes semiocultos y crueles, salpicada ésta por unas historias de amor inconsistentes que alcanzan el ridículo al mostrar desenfocados los cuerpos desnudos de los protagonistas.

Algo más de dos horas de algarabía para obtener un producto resultón, con indudables valores técnicos pero poco más, a propósito de un tema que merecía otro tratamiento. Como tantas películas estadounidenses de aventuras que le han servido de modelo, El Niño parece no tomar partido ante la realidad que se supone representa, pero por eso mismo transmite una visión conformista y en el fondo conservadora de la misma. Durante la intensa campaña de promoción, el director ha comentado que habría sido frívolo hablar de los problemas de la emigración en ese marco. Como si no comprendiera la frivolidad que impregna toda su película, bajo ese aspecto tan aparatoso.

 

 

 

FICHA TÉCNICA

Dirección: Daniel Monzón. Guion: Jorge Guerricaechevarría y Daniel Monzón. Fotografía: Carles Gusi, en color. Montaje: Cristina Pastor. Música: Roque Baños. Intérpretes: Luis Tosar (Jesús), Jesús Castro (El Niño), Jesús Carroza (El Compi), Bárbara Lennie (Eva), Marian Bachir (Amina), Eduard Fernández (Sergio), Sergi López (Vicente), Ian McShane (El Inglés). Producción: Ikiru Films, La Ferme! Productions, Vaca Films, Telecinco Cinema, Mediaset España (España y Francia, 2013). Duración: 130 minutos.

Artículo anteriorEntre la profesión y la familia
Artículo siguienteDiario de a diario. 9 del 14