Chávez: el líder que debe el éxito a sus críticos

En varias ocasiones he preguntado a ciudadanos venezolanos qué pensaban acerca de Hugo Chavez. En todos los casos he concluido el interrogatorio perplejo por la radicalidad de las respuestas, carentes de matices en medio de tanta extremismo. Suelo rechazar la validez del extremismo acrítico y, por ello, no he conseguido aprender lo que buscaba. Fracaso repetido y asumido.

La última vez que lo intenté fue en Berlín. Coincidí con una periodista venezolana radicada en Alemania desde hace años. Se lo planteé abiertamente: el respaldo que los venezolanos le brindan debe tener sus propias razones, no creo que sea un déspota “y no más”, tampoco un santo “y no más”. Me miró con ojos aviesos. ¿Por qué dudar de lo obvio o, en todo caso, de la verdad?

Luego, más que justificarse, argumentó su repudio personal a Hugo Chavez. Los padres de la colega viven en Venezuela, lo hacen con apuros, porque fueron desposeídos de propiedades y rentas, y vejados por un régimen falaz. Nadie se beneficia del régimen ni sus migajas, argumentó. Una vez más me quedé sin respuesta.

En otras ocasiones me han argumentado lo contrario. Más, si cabe. Esa radicalidad en el juicio acerca del máximo representante en este siglo (y el pasado) de Bolívar se ha trasladado a muchas personas ajenas a la realidad venezolana. A España, por ejemplo. Hace un par de meses un periódico digital exhibió diez gráficos que recogían el análisis de un organismo internacional en torno a la situación en Venezuela, y en particular sobre su economía. Unos aportaban resultados favorables al gobierno y otros ponían en duda la brillantez de su gestión. Reflejaban una realidad compleja y en algunos aspectos contradictoria. Me pareció interesante. Ingenuamente. Muy pronto, a través de las redes sociales, llegaron al medio críticas extremadamente severas. Unas, porque los paneles, todo ellos, eran manifiestamente prochavistas; otras, porque  todos ellos eran manifiestamente antichavistas. La carga ideológica del análisis se la achacaron al medio (o al intermedio).

Cuando las cosas ocurren así quizás sea porque existen problemas de fondo en nada menores. Y tal vez en el bando aludido, pero también en el de sus críticos. No cabe ignorar, tampoco ocultar, que los gobiernos venezolanos, y los de Carlos Andrés Pérez en particular (porque de él se quiso esperar más), defraudaron a cuantos reclamaban una lucha frontal contra la desigualdad en un país que generaba riquezas cuantiosas.

Y así, entre golpes y contragolpes, surgió un populismo amparado en los cuarteles que acabó revestido de legitimidad y que afrontó cuestiones relevantes, como la lucha contra la pobreza, aunque sin desarrollar estructuras sostenibles; no obstante, los avances generados, en tanto que reconocidos como conquistas sociales, ya no se podrán aniquilar con impunidad. Aún así, la economía, basada en un monocultivo, el petróleo, en época de precios elevados, no ha conseguido desarrollar un modelo productivo con mayor diversificación y plazos largos.

En su debe se pueden añadir la inflación, la violencia o la ideologización emocional, la que prima la identificación con el líder sobre el valor de los principios. Y en su haber, avances en la educación (alfabetización), el desarrollo humano, el reconocimiento internacional e incluso el aliento de un sentimiento regional que, si cristalizara en algo más que el mutuo apoyo de unos dirigentes con tendencias populistas y buenas dosis de egocentrismo, podría cristalizar en un movimiento trascendental para el continente.

Hoy he decidido no preguntar. He querido exponer cómo interpreto al personaje en tanto que dirigente social y político, obviando peculiaridades y excesos verbales, en lo público y lo privado, para dar toda la importancia al fruto de sus decisiones, aun a riesgo de minusvalorar las formas en que se comunican, que casi siempre definen las convicciones del poderoso y el respeto que se profesa a los ciudadanos.

Hoy no he preguntado, pero he leído. Y aunque he encontrado ejercicios ciertos de análisis y raciocinio, el peso abrumador vuelve a estar en los límites. Los argumentos parecen dominados por las posiciones previas, radicales y extremas. De todo ello deduzco y concluyo: han hecho más los detractores de Chavez por la reputación del líder bolivariano que él mismo.

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