El aborto de la razón

La alcaldesa de Madrid acumula méritos. Superado el relaxing café con leche que acabó con el sueño olímpico, no ceja en su afán de lideresa. Ella, hija de ginecólogo del régimen, como su propio marido, hoy ha decidido adular a su predecesor, el magno Gallardón, y elogiar su ley antiabortista:

– “Yo siempre estaré a favor de la vida”.

Lo dijo la esposa de uno miembro del trío de Las Azores con la insolencia de lo incuestionable y un desprecio malencarado hacia los discrepantes.

Sin embargo, lo quiera o no, esa ley, aunque cercene el derecho de la mujer, aunque las cubra de trabas (sobre todo, a las pobres) y aunque amenace a los médicos con los tribunales, contempla la posibilidad del aborto, y eso, en su lenguaje, en su ideología, equivale a estar contra la vida, por mucho que Rouco lo bendiga o por mucho que hijas suyas o hijas de sus amigos o hijas de sus compañeros de pupitre en colegios religiosos y de postín hayan acudido o vayan a acudir en su momento a clínicas exclusivas y discretas del barrio de Salamanca, de la City o de Amsterdam a ella sabe qué.

La solemnidad de algunos argumentos no solo es falaz o tramposa, porque niega lo que afirma. Y por eso repugna. Porque solo pretenden condenar y agredir, no razonar.

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