Aborto por derecho

13 de febrero

IU corrige algunos errores de dos días atrás. La votación se hace a cara descubierta. Solo una diputada del PP, precisamente la vicepresidenta del Congreso, vota con la oposición a favor de la retirada de la ley. Ahora no caben dudas.

Esta vez, sí, se ha abordado el aborto por derecho. Y así cabe plantear otras cuestiones.

 

11 de febrero

El PSOE saca pecho no tanto porque casi toda la oposición reclamara en el Congreso la devolución del proyecto del ley del gobierno sobre el aborto como por la unanimidad de los diputados del PP, que, a su entender, retrata al partido y a la obediencia cerril de sus militantes señorías.

El PP saca pecho de su cuestionada unidad sin atender a la cuasi unanimidad de sus adversarios, que, si en el Parlamento resulta minoritaria, parece abrumadora entre la ciudadanía, incluida la suya propia. El ministro acusado, en plena depresión, levanta los dedos índice y corazón en señal de victoria; reina por un día.

El vodevil lo completa un obispo que hasta hace poco ejercía de número dos de la conferencia episcopal y como portavoz de su jefe máximo, el reverendo Rouco: ¡excomunión a quien aborte!, proclama, pese a que los católicos en las encuestas y el papa en algunas declaraciones se muestren menos proclives a la inquisición y a la barbarie.

Otros actores secundarios no parecen ajenos a este ejercicio entre el fraude, la estupidez y el bestialismo.

Las cosas son así, pero no tienen que serlo.

Dicho lo cual,

• al obispo, que le den; es su opinión y, por mi parte, que se lo explique a quien corresponda; su negociado no me incumbe.

• al PP, que le den; siquiera para que comparta circunstancias con todos los que nos sentimos dados por él a diario..

• al PSOE (y a sus cómplices en este caso), que le den también, porque sigue sin entender que no solo se le demanda que defienda causas decentes a favor de la igualdad de todos o, mejor, de los derechos de los más desiguales (cosa que le cuesta) sino también que lo haga con planteamientos menos filibusteros; es decir, más nítidos (menos tácticos) para los ciudadanos.

La propuesta de la oposición en el Congreso, personalizada en el PSOE, pretendía demostrar la fragilidad del partido del gobierno, sus contradicciones internas, antes que impedir una ley de la que quiere sacar réditos. Tal vez por ello alentó la unanimidad aún a riesgo de desviar la atención hacia el trámite antes que hacia el fondo, como ocurrió; el tiro les salió por la culata. Y sobre todo, por ello reclamó una votación secreta que ocultaba el rostro de quienes pretenden sorber y soplar al mismo tiempo.

A este paso cabe la posibilidad de que su trapisondismo acabe apaciguando la indignación de los ciudadanos. ¿Qué importa la uniformidad de un partido frente a su intento de imponer un estado uniforme y, por ende, inaceptable? ¿Sería más digno si en su seno hubiera discrepancias? Incluso para quienes defienden la legitimidad de las diferencias en el seno de cualquier organización, ¿legitimarían esas divergencias a los ejecutores?

El único objetivo posible es el abortar la ley, no el trámite. Porque de lo que se trata es del aborto, por derecho.

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