
«Requisitos para ser una persona normal». Leticia Dolera, 2015
¿Es compatible la alegría ante la irrupción de una nueva directora en el panorama tradicionalmente masculino del cine español con la decepción que producen el planteamiento y desarrollo de estos Requisitos para ser una persona normal? ¿Puede tenerse en pie una comedia que basa su gracia en la marginación que viven dos personajes treintañeros cuando están construidos de manera que en realidad parecen adolescentes escasos de neuronas?
Estas preguntas entorpecen un comentario que quisiera ser favorable al atrevimiento con que Leticia Dolera ha emprendido la triple tarea de escribir, interpretar y dirigir su primer largometraje, recibiendo una cascada de elogios que a veces suenan a condescendencia, pero que no logra superar la sensación de que estamos ante algo muy frágil, demasiado voluntarista con tono de parodia, empeñado en caer bien y en el fondo poco elaborado, a pesar de su cuidada estética de mensaje publicitario salpicado de guiños visuales, sobreimpresiones, rótulos, pantallas partidas y otros trucos para dar la impresión de que se trata de un producto actual y enrollado.
La película sigue, a saltos no siempre justificados, la peripecia de dos tipos talluditos, una licenciada en márquetin en paro y un empleado de gran almacén de muebles gordote y acomplejado, empeñados en integrarse en un mundo que se supone normal y que sin embargo está lleno de personajes tan excéntricos e inmaduros como ellos mismos. Así, María de las Montañas descubre un día, en una frustrada entrevista de trabajo, que no cuenta con ninguna de las siete características que ella considera propias de una persona corriente y medianamente satisfecha consigo misma. A saber: tener un trabajo, una casa, pareja, vida social, aficiones, vida familiar y ser feliz. Casi nada, aparte de lo discutibles que puedan resultar algunos de esos requisitos, que más bien parecen pensados para domesticar directamente a su poseedor e, ironías aparte, conseguir que se convierta en un individuo de derechas de toda la vida. Y aunque se intuye la intención de que no lleguen a serlo, porque tales exigencias no son más que tópicos, esa intención se disuelve entre bromas de signo muy distinto y a veces contradictorio.
Porque la supuesta lucha de la protagonista y su grueso amigo Borja está compuesta por una sucesión de chistes que quieren ser simpáticos y tienen poca gracia, muchos de ellos ya sabidos o perfectamente previsibles y dichos con voces impostadas y pretendidamente cómicas, herencia todo ello de la maldición de las inagotables series de la televisión basura, que han logrado convencer a un nutrido público de que en ese histrionismo consiste la sustancia de la comedia, aderezada además con los rasgos más estridentes de las películas estadounidenses de jovencitos descerebrados.
Sin que nadie la ayude, por lo visto, a pulir las situaciones en el guion, a contenerse en algunos momentos de la interpretación y a imprimir a la dirección un carácter más personal y desprovisto de tics fáciles y reiterativos, Leticia Dolera no duda tampoco en pisar unos cuantos charcos vidriosos, antes de despeñar su historia por la ladera de un sentimentalismo que casa mal con el tono de todo lo anterior. La figura de la madre no llega a ser un contrapunto reflexivo ni siquiera explicativo, sino que es como un parche mal adherido, y la escenita de las señoras mayores colocándose con unos bizcochos de marihuana roza lo patético. Tampoco se sabe con certeza si la presencia de un hermano de María de las Montañas homosexual y con síndrome de Down es un canto a la diferencia, un cuestionamiento valiente del concepto de normalidad o un pretexto más para algún gag polémico. Y para completar el cuadro, no faltan el arte contemporáneo, con obras incomprensibles que propician disquisiciones delirantes, el terapeuta argentino más desquiciado aún que sus clientes, transmutado en especialista en preparar gin-tonics y dirigir su degustación por unos participantes tan esnobs como él mismo. Figuras todas ellas merecedoras de alguna burla incluso cruel, pero que aquí funcionan más como rellenos en un argumento con demasiados altibajos. Poco que salvar en una ópera prima que había despertado no pocas expectativas. Los famosos siete requisitos y su hipotética voluntad crítica han quedado en casi nada.
FICHA TÉCNICA
Dirección y Guion: Leticia Dolera. Fotografía: Marc Gómez del Moral, en color. Montaje: David Gallart. Música: Grégoire Hetzel y Stephin Merritt. Intérpretes: Leticia Dolera (María de las Montañas), Manuel Burque (Borja), Alexandra Jiménez (Cristina), Miki Esparbé (Gustavo), Silvia Munt (Bárbara), Carmen Machi (amiga), Jordi Llodrà (Álex), Núria Gago. Producción: Corte y Confección de Película, Estómago de la Vaca, Telefónica Studios (España, 2014). Duración: 93 minutos.
Más información en programadoble.com, el blog de Juan Antonio Pérez Millán.
