
«Difret». Zeresenay Mehari, 2014
En una aldea alejada de Addis Abeba, la pequeña etíope Hirut Assefa, de catorce años, sale de la escuela feliz porque su profesor le ha asegurado que pasará a un grado superior. De camino a casa, media docena de hombres a caballo la secuestran, encerrándola en una choza donde será brutalmente golpeada y violada por el individuo que ha decidido hacerla su esposa sin necesitar su consentimiento, siguiendo los usos imperantes en su comunidad. Pero Hirut no acepta ese destino, intenta huir y, armada con un fusil que los secuestradores han descuidado, se enfrenta a ellos y da muerte al violador. Según la tradición, deberá morir ella también. Y según la legislación vigente en ese momento en el país, será condenada asimismo a muerte. Por lo pronto, es detenida y confinada en la lúgubre comisaría de policía de la zona, cuyos agentes participan plenamente de la creencia común.
Los hechos llegan a oídos de la joven Meaza Ashenafi, que ha creado en la capital una asociación de abogadas dedicadas a defender a mujeres vulnerables que no puedan pagar sus servicios, como ocurre con Hirut y su familia. Se desencadena así una doble batalla, en la que Meaza y sus colaboradoras tendrán que luchar a la vez contra las decisiones del consejo de ancianos de la aldea y contra el sistema oficial, representado por la policía, el ayudante del fiscal y los jueces que en primera instancia no dudan en condenar a la adolescente, despreciando la argumentación que alega defensa propia en la acción de Hirut contra el hombre que la raptó para apoderarse de ella contra su voluntad.
Las abogadas conseguirán que, por ser menor de edad –algo que también discuten los poderes establecidos, dada la falta de documentación fiable al respecto–, Hirut sea confiada a los cuidados de la propia Meaza, primero, y de un orfanato en el que no le correspondería estar, después. Esas alternativas argumentales, que vienen a completar, enriqueciéndolo, lo que constituye el eje central del filme –la absoluta indefensión de la mujer en países anclados en tradiciones no superadas por eso que los demás llamamos tranquilamente civilización–, permiten conocer también numerosos aspectos de la realidad social y política existente en Etiopía en 1996, que es cuando se sitúa la acción, basada en hechos y personajes reales.
La pugna de las valientes y tenaces defensoras, y en especial de Meaza, que opta por elevar el asunto a las más altas instancias, desafiándolas a costa de la supervivencia legal del grupo como organización no gubernamental, y la oposición de los tribunales tanto populares como oficiales, conducen a un desenlace que en modo alguno debe ser desvelado aquí, por más razones aún de las habituales en cualquier comentario crítico. Porque su sentido y verosimilitud han debido de ser objeto de profundo estudio y debate –en busca de una combinación adecuada de credibilidad, fidelidad a los hechos y capacidad de convicción– por parte del autor y su equipo, en el que destaca, como productora ejecutiva y principal promotora del filme en el ámbito internacional, la actriz y realizadora estadounidense Angelina Jolie.
Aunque poco importa, en realidad, que siguiendo esos datos reales en los que se inspira, semejante lucha sin cuartel tenga un final victorioso o no, porque de lo que se trata es de exponer con detalle una situación concreta, aunque no exclusiva, en uno de esos países que solo consiguen atraer momentáneamente la atención internacional cuando son escenario de una catástrofe natural o alguna matanza especialmente llamativa. Por eso son de agradecer la normalidad narrativa y dramática, la falta de pretensiones autorales y de refinamientos estéticos con que está realizada esta película sencilla, directa, que bebe de los procedimientos expositivos y emocionales ya clásicos en la historia del cine universal, como mejor forma de obtener lo que se propone.
Por eso precisamente choca la displicencia eurocéntrica y elitista de no pocas críticas que, aun reconociendo a duras penas el valor testimonial de un filme como Difret, le niegan cualquier otra consideración por el carácter al parecer convencional de su forma y estilo. No estaría mal que esos comentaristas tan selectos tuvieran en cuenta, por cierto, que esta película ha obtenido el premio del público en todos aquellos festivales importantes en que ha sido proyectada. Habrá que volver a plantear, una vez más, la eterna cuestión de para qué puede servir el cine en relación con la sociedad donde se produce y cuáles deben ser las prioridades a la hora de calificar cada una de sus creaciones.
FICHA TÉCNICA
Dirección y Guion: Zeresenay Mehari. Fotografía: Monika Lenczewska, en color. Montaje: Agnieszka Glinska. Música: Dave Eggar y David Schomer. Intérpretes: Meron Getnet (Meaza Ashenafi), Tizita Hagere (Hirut Assefa), Haregewine Assefa (Membere Yohannes), Shetaye Abreha (Etaferaw Teshager), Mekonen Laeake (Assefa Bekele), Brook Sheferaw (ayudante del fiscal), Meaza Tekle (Mulu Assefa), Moges Yohannes (capitán de policía). Producción: Halle Addis Pictures y Truth Aid (Etiopía y Estados Unidos, 2014). Duración: 99 minutos.
Más información en programadoble.com, el blog de Juan Antonio Pérez Millán.
