Un tiempo nuevo, una nueva oportunidad

Las elecciones municipales arrojan una primera conclusión: se abre un tiempo para hacer viable una oportunidad.

No resultara fácil: habrá que hablar, exponer, negociar, convencer, discutir, acordar… La costumbre no está a favor. Los hábitos políticos han rehuido en exceso, durante muchos de los últimos años, de ese ejercicio, el más noble y, tal vez, el más importante de la política.

Se trata, pues, de poner sobre la mesa los modelos de pueblo o de ciudad de cada una de las formaciones que han concurrido a las  elecciones municipales y autonómicas. Lo que no se hizo en la campaña electoral deberá formularse antes de que llegue el día de la constitución de los nuevos ayuntamientos o los nuevos gobiernos autónomos. Sólo así se podrá alcanzar una propuesta razonable capaz de articular una auténtica mayoría para los ciudadanos

Si la cuestión a resolver se limita a la articulación de una mayoría de gobierno, quienes lo logren conseguirán el poder y, en el mejor de los casos, hasta la gobernabilidad. Pero el cambio necesario o el cambio deseado no pasará de ser una mera ficción: la casta llegará a otros estratos, a los nuevos actores, y los intereses de los ciudadanos seguirán supeditados a quienes les gobiernen.

El debate se encuentra muy lejos del que los partidos, viejos o nuevos, y los medios de comunicación han propuesto abrumadoramente a lo largo de la noche electoral. No basta con la mayoría, el poder o la gobernabilidad: sino con la oportunidad de fijar, mediante el acuerdo, una propuesta global de interés para la mayoría ciudadana y abierta a la participación y a la crítica; es decir, con cauces para la intervención y el control por parte de los ciudadanos.

Es una oportunidad. ¿Será posible aprovecharla?

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