Twitter, una fosa común

Luis García Montero fracasó en su intento de salvar a IU e incluso a la Comunidad de Madrid. Su coherencia personal y política le llevó a la autoinmolación. Quienes le votaron (o votamos) sentiremos con él nuestro fracaso, pero celebraremos durante mucho tiempo mantenerle vivo para la literatura y la opinión.

tuit

Hoy leo en infoLibre un artículo de García Montero (Qué pasará ayer) sobre los aforismos de su amigo Benjamín Prado que nos sitúa en el tiempo y las circunstancias de nuestras reflexiones. Tomen nota de algunas afirmaciones:

El intento por reescribir la historia ya no tiene paciencia para esperar unas semanas, unos años, y surge en el segundero como una necesidad imperiosa de actualidad. Las redes sociales han abierto un campo nuevo de ventajas e inconvenientes. Pero quizás lo más significativo para la sociedad es que han trasladado al presente la conspiración por el dominio del relato. Ya no basta con contar de una manera interesada lo que ha sucedido, se necesita dominar el cuento de lo que está sucediendo. O peor aún: fundar una “actualidad palpitante” alejada de lo que sucede. Las cerraduras suenan detrás de cada punto.

A través de Twitter llegan noticias, opiniones, ideas abiertas, artículos aconsejados, bromas, canciones y poemas. Bienvenidos sean. Llegan también doctrinas cerradas, formas imperativas para leer sin grietas lo que está ocurriendo, calumnias, sentencias propias de dictadores en potencia, o sea, dictadores con odio, pero sin policía ni ejército. Dice Benjamín Prado que en cada insulto se esconde el cadáver de un argumento. Twitter se parece mucho a una fosa común.

Las batallas de siempre se desplazan a los nuevos campos. Cuando me acerco a las instituciones y al mundo organizado, comprendo la necesidad del cambio. Pero cuando me alejo demasiado, me asalta una inquietud melancólica. Siento que el frío de Stalin y Franco, de Hitler y Mussolini, y su necesidad de dominar el relato han encontrado acomodo en el presente de Twitter. El vacío araña tanto como una ciudad ocupada. Hay mucha gente que dicta sentencia con manos inflexibles en su tribunal portátil.

Del qué sucederá ayer hemos pasado a la distancia entre la actualidad y lo que está pasando.

Lucido y patético.

Artículo anteriorLa sanidad pública, por dentro
Artículo siguienteCambio de dependientes