Una chica atolondrada

«Frances Ha». Noah Baumbach, 2012

No todo el mundo puede ser Woody Allen, por mucha fotografía de Nueva York que haga en blanco y negro y por mucho diálogo supuestamente ingenioso que acumule en poco menos de hora y media de logorrea incontenible. Tampoco puede ser François Truffaut, por mucha música de Delerue que coloque en los momentos oportunos e inoportunos y por mucha palabrería pretendidamente trascendente que añada, en presuntos homenajes a Jules et Jim (1961), por ejemplo, cuyos diálogos, además, oídos hoy, son poco más que humo y poco menos que cursilería adolescente.

A lo más que llega este nuevo largometraje del neoyorquino Noah Bauchman –conocido y a veces excesivamente alabado por títulos como el autorreferente Una historia de Brooklyn (2005), que en original se llamaba algo así como El calamar y la ballena (The Squid and the Whale)– es a aquellas obras primerizas, graciosas pero toscas, que parecían frescas por la larga noche de la que salíamos y que se agruparon bajo el epígrafe de ‘comedia madrileña’ de los primeros años ochenta. Pero es que ha llovido demasiado desde entonces para que en un país que domina a su antojo la industria cinematográfica mundial sigan haciéndose, so capa de ‘cine independiente’ y otras etiquetas comerciales por el estilo, cosas tan insustanciales y a la vez pretenciosas como esta.

La tal Frances Ha, que se llama en realidad Frances Halliday, pero corta su apellido en una tira de papel, al comprobar que no cabe completo en el buzón del último de los innumerables pisos por los que transita –obsérvese el fino sentido del humor que preside la cinta–, es una chica, o no tan chica, porque confiesa veintisiete años, que sigue queriendo ser bailarina de danza contemporánea, pero la engañan en la compañía con la que colabora, y sólo al final conseguirá un sucedáneo de su objetivo. Hasta entonces, charla de todo y de nada con Sophie, su compañera de piso ­­–«parecemos dos lesbianas que ya no hacen nada», se dirán entre risas–, de la que se alejará sin motivo aparente para volver a encontrarse varias veces después; parecerá que liga con varios tipos tan excéntricos como ella, sin que sepa muy bien qué los une ni los separa; visitará a sus padres que viven en Sacramento, California, donde asistirá a una fiesta familiar insufrible y a una ceremonia religiosa ridícula; viajará fugazmente a París porque sí y hará unas cuantas tonterías más tampoco demasiado justificadas en el guion. Escrito, por cierto, entre el director y su actriz protagonista, Greta Gerwig, cuya mayor habilidad parece ser la de poner cara de pena cuando dice cosas supuestamente divertidas, y al revés.

Quizá de esa admiración que parecen tenerse entre ellos haya surgido esta especie de fresco sobre la juventud neoyorquina estancada en una actitud displicente –disfrazada a veces, pero no siempre, de falta de recursos económicos– que les impide acceder a una madurez por lo menos relativa, en la que quizá dejaran de comportarse como una panda de atolondrados. Pero como lo que les ocurre, lo que se les ocurre y lo que hacen de hecho, queriendo o sin querer, carece de interés, ­salvo algún apunte suelto, no se sabe si voluntario o involuntario, Frances Ha es una película perfectamente prescindible, a no ser que los partidarios de ciertas modas de difícil encaje en la racionalidad la consideren digna de atención. Daño tampoco hace, desde luego.

 

FICHA TÉCNICA

Dirección: Noah Baumbach. Guion: Noah Baumbach y Greta Gerwig. Fotografía: Sam  Levy, en blanco y negro. Montaje: Jennifer Lame. Música: George Drakoulias. Intérpretes: Greta Gerwig (Frances), Mickey Sumner (Sophie), Michael Esper (Dani), Adam Driver (Lev), Michael Zegen (Benji), Charlotte d’Amboise (Colleen), Grace Gummer (Rachel), Justine Lupe (Nessa). Producción: RT Features, Pine District Pictures, Scott Rudin Productions  (Estados Unidos, 2012). Duración: 85 minutos.

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