«Descifrando Enigma». Morten Tyldum, 2014
Según este cuarto largometraje del cineasta noruego Morten Tyldum, procedente de la televisión y el videoclip y residente actualmente en California, Alan Turing fue un brillante matemático inglés que trabajó para los servicios secretos británicos durante la Segunda Guerra Mundial, tratando de desentrañar los complejísimos y cambiantes códigos del sistema de comunicación alemán llamado Enigma.
Aunque algunos investigadores discuten que el final del personaje fuera el que indica un rótulo al concluir la película, mientras otros cuestionan ásperamente que el papel de las mujeres en aquella vasta operación de inteligencia quedara reducido a lo que representa la presencia de la joven Joan Clarke, interpretada aquí de manera demasiado monocorde por Keira Knightley, parece que Turing fue un personaje huraño, soberbio, de trato difícil y maneras bruscas, consecuencia quizá de la conciencia de su especial capacidad intelectual, pero también de una infancia y adolescencia de chico listo, bicho raro, objeto de las burlas a veces descarnadas de sus compañeros y profesores, así como de un drama íntimo que tardará en desvelarse: la inesperada pérdida de su único amigo, Christopher, en honor del cual bautizará a la máquina descifradora que inventa.
Lo cierto es que este filme hagiográfico, bien construido aunque con no pocos de los vicios habituales en ese género llamado biopic, cuenta su peripecia vital saltando constantemente en el tiempo entre tres momentos fundamentales de la misma: la investigación policiaca que en 1951 trata de desentrañar las circunstancias de un robo producido en su domicilio, las vicisitudes ya apuntadas del joven Alan en el colegio y, sobre todo, el intensísimo y extenuante trabajo que a partir de 1939 desarrolló al frente de un reducido y no siempre bien avenido grupo de colaboradores para crear una máquina capaz de descifrar los mensajes de Enigma y que a fin de cuentas acabaría siendo también el origen de los ordenadores actuales.
Descifrando Enigma, feo título español que sustituye al original, The Imitation Game, que fue como llamó Alan Turing a uno de los ensayos escritos antes de su llegada a la fábrica de aparatos de radio Bechtley, tapadera en cuya nave número 8 se ocultaba el grupo, posee un engolamiento visual y sonoro, una abundancia de diálogos ampulosos y una ambientación de época tan relamida, que en conjunto acaban desluciendo lo que en principio constituiría su principal atractivo: no tanto el innecesario suspense sobre si el científico y su equipo lograrán el objetivo propuesto, que es algo que queda claro desde el principio, sino la patética conversión de un héroe de guerra –aunque su labor tuviera que mantenerse secreta durante muchos años por motivos de seguridad– en un villano a causa de su homosexualidad, severamente castigada en el Reino Unido hasta 1968 y por la que fue condenado judicialmente a una castración química que iba a desembocar en el trágico desenlace.
La muy tardía rehabilitación póstuma llevada a cabo recientemente por la reina Isabel, que quizá haya sido el origen material de la película –inspirada en un libro del también matemático y activista de los derechos de los homosexuales Andrew Hodges, publicado en 1983–, y de la que da cuenta asimismo uno de sus excesivos rótulos finales, no hace sino añadir dramatismo a la torturada existencia del personaje. Y resulta especialmente sarcástico que mientras su privilegiada capacidad intelectual fue utilizada por el gobierno británico para luchar contra los nazis en nombre de la democracia y la libertad, él mismo fuera víctima de la intransigencia represiva de una sociedad profundamente reaccionaria.
En esas contradicciones, reflejadas por ejemplo en la angustiosa relación establecida entre Alan y Joan, así como en el doble secretismo que gravita a la vez sobre el trabajo y sobre la condición sexual del protagonista, que a punto estuvo de ser ejecutado por alta traición, bajo la falsa sospecha de espionaje a favor de los rusos, reside el mayor interés de esta cinta aparatosa y a ratos efectista, por mucho que recurra a la manida y siempre engañosa etiqueta de estar «basada en hechos reales».
FICHA TÉCNICA
Título original: «The Imitation Game». Dirección: Morten Tyldum. Guion: Graham Moore sobre el libro de Andrew Hodges, «Alan Turing: The Enigma». Fotografía: Óscar Faura, en color. Montaje: William Goldenberg. Música: Alexander Desplat. Intérpretes: Benedict Cumberbatch (Alan Turing), Keira Knightley (Joan Clarke), Matthew Goode (Hugh Alexander), Rory Kinnear (Robert Knock), Allen Leech (John Cairncross), Matthew Beard (Peter Hilton), Charles Dance (comandante Denniston), Mark Strong (Stewart Menzies). Producción: Black Bear Pictures y Bristol Automotive (Estados Unidos y Reino Unido, 2014). Duración: 112 minutos.
