Campsistas, Campsposos y Campsados

¡Qué grandeza, qué patriotismo, qué abnegación! Lo dicen así y no se ruborizan.

Paco Camps, que estuvo dispuesto a reconocer su delito y su mentira, comprendió que tanta generosidad no bastaría para mantenerle en la vida política y al frente de la Generalitat valenciana, pese a la voluntad de Rajoy.

En eso, al menos, su decisión contiene más lógica y dignidad que la de su líder nacional.

Aunque fuera de plazo, Camps entendió que no puede haber un presidente convicto y confeso de delito y falsedad (cuantitativamente cosechó más mentiras que trajes), porque no se puede soportar un día tras otro, ya sea en encuentros con ciudadanos o periodistas, este soniquete: Molt honorable President, en ese caso, ¿es cierto o falso lo que dice?

Rajoy piensa distinto. Habla de grandeza. Y sus secuaces, de abnegación y patriotismo. Dado que estos epítetos en la escala de valores de quienes los utilizan deben estar en el nivel de lo óptimo, cabe suponer que ellos mismos aspiren a alcanzarlos en grado sumo: o sea, mentir mucho y a conseguir favores enormes gracias a sus responsabilidades públicas.

Sin embargo, hay algo que me impide reconocer el mérito de Camps. En parte, por lo que tiene de síntoma; esto es, por lo que dice de la política al uso. Y sobre todo, porque, más allá de los trajes (una metáfora de la corrupción vestida de etiqueta), Camps es CAM Por Supuesto: fanfarria y ruina.

La CAM, por el momento, ha sido nacionalizada. Camps, también por el momento, parcialmente privatizado. El destino es común. Aunque se vistan de seda, la deuda y el derroche la pagan los ciudadanos.

 

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