
LADRONES Y LADRONES
Noveno largometraje del cineasta catalán Daniel Calparsoro, que alcanzó notoriedad con sus primeras obras –Salto al vacío (1995); Pasajes (1996); Guerreros (2002), entre otras–, dotadas de una clara voluntad de estilo rompedor y de notables aspiraciones autorales, para derivar después, con desigual fortuna, hacia el cine de acción y suspense según los cánones convencionales del género. Cien años de perdón, referencia directa a la conocida expresión que alude al destino de quien roba a un ladrón, habla del atraco a un banco valenciano, lleno de implicaciones de diverso tipo, sobre el trasfondo de la crisis económica y política de la España actual.
Media docena de hombres, al mando de El Uruguayo (Rodrigo de la Serna) y El Gallego (Luis Tosar) –que es el único no sudamericano de la partida–, irrumpen en una sucursal del Banco Mediterráneo en una mañana particularmente lluviosa. Tras encerrar como rehenes a los clientes y empleados que ocupaban la oficina, entre ellos la directora –que acaba de recibir la noticia de su inminente despido–, y sin poder evitar que alguien pulse el timbre de alarma, llegan a la sala de las cámaras de seguridad y empiezan a desvalijarlas. Pero comprueban que la lluvia ha desbordado las alcantarillas, inundando el túnel que habían preparado y cegando así la vía de escape que tenían prevista.
A partir de ahí, asistiremos alternativamente a las conversaciones establecidas con las fuerzas de seguridad que exigen su rendición y a los conflictos que surgen entre los propios atracadores, cubiertos con unas máscaras de plástico particularmente molestas para los intérpretes y para los espectadores, ya que dificultan la percepción de los gestos y matices de unos actores tan expresivos como los dos protagonistas.
Pronto descubriremos también que el dinero no es el único objetivo del robo, ya que uno de ellos ha recibido, sin que los demás lo sepan, la información confidencial de que una de las cajas contiene una documentación capaz de provocar una crisis institucional de enorme importancia para el país, porque implica a altos cargos del partido en el gobierno, incluida su presidenta. Entonces entran en acción diversos gabinetes y asesores, que tratan de influir en los mandos de los distintos cuerpos de seguridad que intervienen en la acción, suscitando también no pocos roces entre ellos.
Sobre esta compleja trama de fuerzas encontradas y con un guion bien trabado –aunque no exento de ciertas gratuidades (como la solicitud de comida para los rehenes o el gesto de uno de los atracadores hacia una chica que le resulta atractiva) y momentos poco verosímiles (la manera de intuir que el camino puede haber quedado de nuevo expedito, entre otros), se desarrolla una acción que logra ser trepidante en muchos pasajes y mantiene la intriga hacia un final de tono épico, que de algún modo justifica el título y da que pensar en aquella otra expresión tradicional según la cual no se sabe si es más delito robar un banco o fundarlo… Que siempre ha habido ladrones y ladrones.
Lo más difícil de esta cinta de producción esmerada y aspecto formal impecable es llegar a distinguir si las frecuentes alusiones a grandes problemas de la sociedad española –las hipotecas, los despidos, la escasez y carestía de préstamos para cubrir necesidades elementales, pero también los relacionados con la corrupción y los manejos que se conocen o se intuyen de las grandes esferas del poder– son referencias buscadas para dotar al relato de una dimensión cercana al cine político de corte clásico, o por lo menos testimonial sobre una situación dada, o si, por el contrario, se trata de apuntes más bien oportunistas para dar esa impresión, como valor comercial añadido a lo que es en realidad una historia de suspense puro y duro. La irónica intervención inicial de uno de los atracadores explicando a los rehenes que se trata de un atraco, pero no de los que tienen lugar habitualmente en esas instalaciones, sirve de
pista para una lectura más intencionada del filme, pero también es cierto que las que se suceden del mismo estilo a lo largo de la cinta se disuelven en su mayoría en el fragor de la acción. Lo que no impide que, como estaba seguramente en la mente de sus autores, Calparsoro y el guionista Jorge Guerricaechevarría, experto en estas lides genéricas, y sobre todo de las numerosas empresas productoras que intervienen en el proyecto, Cien años de perdón resulte eficaz como objeto de entretenimiento.
FICHA TÉCNICA
Dirección: Daniel Calparsoro. Guion: Jorge Guerricaechevarría. Fotografía: Josu Inchaustegui, en color. Montaje: Antonio Frutos. Música: Julio de la Rosa. Intérpretes: Luis Tosar (Gallego), Rodrigo de la Serna (Uruguayo), Raúl Arévalo (Ferrán), Patricia Vico (Sandra), Joaquín Furriel (Loco), Luciano Cáceres (Varela), Marian Álvarez (Cristina), José Coronado (coronel Mellizo). Producción: Morena Films, Vaca Films, Telecinco Cinema (España, Argentina y Francia, 2014). Duración: 96 minutos.
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