Del non grato al gratísimo

El Ayuntamiento de Pontevedra declaró a Mariano Rajoy persona non grata de la ciudad con la que más se identifica, en la que se «escarrancha» –el término es suyo– para hacer en plena hiperactividad hasta tres cosas a la vez: hablar por teléfono con Jesús Calleja, leer un libro y ver un partido de fútbol. En la misma ciudad en que, una noche, hace ya algunos años, siendo ministro de Interior, tumbado en el sofá, recibió una llamada del subdelegado del gobierno en Tenerife que le comunicaba, angustiado, que se había declarado un grave motín en la cárcel de la isla; a lo que el ministro en funciones respondió “¡Pues… arréglalo, hombre; arréglalo!”.

Ahora, en desagravio, la alcaldesa de Guadamur, localidad de 1.800 habitantes de la provincia de Toledo, ha entregado una placa al presidente en funciones declarándole “persona muy grata” del pueblo con motivo de una reunión del líder con las Nuevas Generaciones. El culo y las témporas.

Y cabe preguntarse si a una estupidez se debe responder con otra, si la otra legitima a la una o si ambas indican que algunos, en vez de preocuparse por lo que le interesa a los vecinos, prefieren tan solo (o tan mucho) divertirlos.

Y si esto último no es, en el fondo, otra manera de defraudar a los ciudadanos.

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