
¿Sobre qué referencias se asienta el nuevo periodo electoral que ahora comienza? ¿Sobre las preferencias ideológicas y políticas de los ciudadanos, las que ya expresaron hace cuatro meses y medio, las que resultaron inútiles para el primer objetivo por el que fueron convocadas? ¿Sobre el balance de la última legislatura completa, que ya se valoró en los comicios inmediatamente anteriores? ¿Sobre este periodo de frustración y desencuentros en el que nunca se dejó de mirar, de reojo, de soslayo o directamente hacia otro lado? ¿Qué debe considerar o reconsiderar el ciudadano?
Son unas elecciones más, pero el contexto es singular, confuso, consecuencia del fracaso de los principales partidos para alcanzar un acuerdo que avalara a un gobierno con visos de supervivencia más allá del primer debate parlamentario. Nunca había ocurrido algo así desde 1978, es decir, desde que las elecciones quedaron normalizadas, cada cuatro años, para elegir nuevos representantes en función de la voluntad ciudadana y con el referente de la gestión desarrollada en la legislatura.
¿Entonces? Los medios de comunicación y las organizaciones políticas buscan a los responsables del fracaso o, mejor, el grado de responsabilidad de cada uno en el fiasco, añadiendo así gravedad y alevosía a la decepción. Los partidos relatan sus esfuerzos y señalan a alguno de los rivales por lo que hicieron mal.
Interesa mucho más saber en qué cambiarían, qué quieren para los ciudadanos en esta etapa sin mayorías absolutas, qué problemas se pueden aliviar mediante el compromiso y la cesión, qué principios consideran prioritarios y cómo se puede avanzar hacia ellos moderando los programas propios a fin de acercarlos a los ajenos, qué propuesta ajena podría servir para articular compromisos…
Hablaremos de otras cosas. Y lo que es peor, si alguien se acerca a esas propuestas, se le echará en cara sus afirmaciones anteriores, las que contribuyeron, por ejemplo, a la frustración, en aras de la coherencia, los valores, los principios morales o éticos, la razón de estado… No se trata de arreglar el mundo, de crear la sociedad perfecta, sino de encontrar la fórmula de resolver algunos problemas, conseguir que quienes peor lo pasan mejoren su situación, y que esas actitudes sean duraderas y, si se puede, irreversibles.
Amén. No es tiempo para más. No hay tiempo para menos.
