
Brasil ha vuelto a poner sobre la mesa que las dictaduras son compatibles con elecciones libres. Solo hace falta que una mayoría apoye al dictador y, luego, se someta.
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A Merkel no le pasa factura lo que hizo mal (imponer la austeridad como doctrina) sino lo que hizo bien (acoger a dos millones de inmigrantes en su territorio).
