
A falta de otras iniciativas más acordes con su capacidad e incluso su obligación, el presidente del Gobierno decidió proclamar su actitud dialogante en el caso catalán, o con Cataluña, a través de un escrito en un periódico. En catalán, lejos de la estricta intimidad aznariana. Un exceso.
El País ha estrenado una edición digital en catalán (elpais.cat), a cuya presentación acudió la vicepresidenta del gobierno y en cuyo segundo o tercer día de existencia ha comparecido el mismísimo president del Govern español con un tono melifluo y diabético imposible de compadecer con su acción política de toda la vida.
Al método del enroque permanente, paradigma de una táctica basada en el prietas las filas (en el ajedrez cada jugador solo puede utiizarlo en una ocasión), le ha sucedido una declaración de catalanismo emocional de baba boba (por no decir bobo de baba) contrapuesto a sus decisiones y a su empeño por la inacción.
El escrito suscita múltiples interrogantes. ¿Por qué ahora? ¿Porque se presentaba un medio español en catalán? ¿Porque ese medio era El País y sus jerifaltes han rogado, aconsejado, influido, comprado el susodicho articulito? ¿Porque a falta de pan buenas son tortas? ¿Porque parece algo y no compromete a nada? ¿Porque también él tiene su corazoncito? ¿Porque el amanuense erudito no tenía otra cosa que hacer?
Irrita tanto la callada por respuesta como la lírica como remedio y enoja el chalaneo con el medio global.
