
«Dos días, una noche». Jean-Pierre y Luc Dardenne, 2014
Descubiertos entre nosotros por la Semana de Cine de Valladolid con su tercer largometraje, La promesa (La promesse, 1996), cuando ya tenían cierto recorrido como autores de documentales de carácter social, los hermanos belgas Jean-Pierre y Luc Dardenne han mantenido una coherencia ejemplar a lo largo de su trayectoria cinematográfica, jalonada además por importantes premios. Esa ejemplaridad alcanza su cima, por ahora, en esta extraordinaria crónica de la angustiosa lucha de una joven obrera tanto por su empleo como por su dignidad a lo largo de un fin de semana.
Sandra, madre de dos niños, trabaja en una pequeña empresa de placas solares. Después de una baja por depresión recibe la noticia de que el patrón, en una maniobra perversa, ha sometido a votación de sus compañeros si debe despedirla o bien retirar a los demás una paga extra a la que tienen derecho, haciendo además que el encargado los presione individualmente amenazándolos con caer en su lugar. Y que la mayoría ha optado por lo primero.
Con ayuda de su amiga Juliette, veterana luchadora, Sandra conseguirá que la votación se repita el lunes siguiente, y gracias al tenaz apoyo de su marido dedicará los dos días y la noche del título a tratar de dar la vuelta a ese resultado, reuniéndose también ella uno por uno con los dieciséis implicados. Así podremos conocer –y los autores lo materializan con exquisita sabiduría, uniendo a Sandra y a cada uno de ellos en un mismo plano fijo, con algún elemento que los separa en el centro, lo que confiere una extraordinaria fuerza visual a la confrontación– un amplio abanico de actitudes posibles en unos trabajadores ya de por sí al límite de la subsistencia, entre los que hay varios inmigrantes, situados en la encrucijada de expulsar, ¡ellos!, a una compañera o renunciar a un dinero que necesitan para los fines más variados. Desde la comprensión y la solidaridad, hasta el desinterés e incluso la hostilidad manifestada con violencia, la película refleja con precisión esos comportamientos, constituyéndose por ello en un lúcido análisis de la situación de una clase obrera desarticulada e indefensa frente a la voracidad de los empresarios.
Con una técnica que ya ensayaron con éxito en su formidable Rosetta (1999), probablemente la otra piedra angular del cine de los Dardenne en torno a estos temas, la cámara, ahora más pausada, sigue de cerca el triste deambular de su protagonista, bebiendo agua compulsivamente, tomando aire o atiborrándose a pastillas, al verse obligada a poner a sus compañeros entre la espada y una pared demasiado dolorosa.
Pero lo más importante de esta obra tan especial es que, más allá de su lucha por mantener un salario imprescindible, la batalla que emprende Sandra es ante todo por su propia dignidad, porque el verse empujada al paro –como ya le ocurría a la citada Rosetta– se siente socialmente anulada, invisible, reducida a la marginación absoluta, y pierde por completo su autoestima. Sin exagerar la nota prácticamente en ningún momento, sin lanzar discursos que podrían sonar a oportunismo fácil, cuando las imágenes y los diálogos hablan con deslumbrante claridad por sí mismos, sin necesidad siquiera de música consoladora –salvo dos piezas diegéticas en las que la protagonista sonríe por una vez–, los hermanos Dardenne construyen un discurso elocuente sobre la maldad intrínseca del capitalismo depredador y la indefensión absoluta de sus víctimas principales: los asalariados y los desempleados. Y lo hacen buscando además un desenlace tan cuidadosamente estudiado que elude sutilmente la sensación de desesperanza absoluta, recordando, por cierto, al final del clásico de Charles Chaplin Tiempos modernos (Modern Times, 1935).
Mención aparte merece la maravillosa interpretación de una actriz tan consagrada como Marion Cotillard, vestida aquí con unos vaqueros raídos, una camiseta rosa o una blusa roja, sin apenas maquillaje y desprovista de todo artificio, consiguiendo una caracterización espléndida de su personaje y una autenticidad sin trampa ni cartón.
Películas como esta lo reconcilian a uno con el cine en su relación con la realidad en la que vivimos, en contraposición a tanta basura intergaláctica, tantos superhéroes dotados de poderes sobrenaturales para atontar multitudes o bien, en el extremo opuesto, tanto experimentalismo vacuo o exotismo mal asimilado, que acaban poniendo en fuga a los espectadores que buscan, con todo derecho, más cine de verdad.
FICHA TÉCNICA
Título original: «Deux jours, une nuit». Dirección y Guion: Jean-Pierre y Luc Dardenne. Fotografía: Alain Marcoen, en color. Montaje: Marie Hélène Dozo. Intérpretes: Marion Cotillard (Sandra), Fabrizio Rongione (Manu), Catherine Salée (Juliette), Baptiste Sornin (Dumont), Pili Groine (Estelle), Simon Caudry (Maxim), Alain Eloy (Willy), Olivier Gourmet (Jean-Marc). Producción: Les Films du Fleuve, Archipel 35, Eyeworks, BIM Distribuzione (Bélgica, Francia, e Italia, 2014). Duración: 95 minutos.
