
SOBRE LA TRANSEXUALIDAD
Copenhague, 1926. Gerda y Einar Wegener son una pareja de pintores que llevan una vida conyugal apacible y sexualmente satisfactoria. Ella se dedica al retrato de estilo clasicista y tiene menos éxito que él, especializado en paisajes de pequeño formato. Un día, Gerda pide a su marido que, en ausencia de la modelo que esperaba, acceda a ponerse las medias y los zapatos de esta para poder seguir pintando. Al contacto con la suavidad del tejido, Einar experimenta una sensación especial y parece recordar un fugaz lance de su infancia. Por diversión y picardía, en un tono de agradable complicidad, ella lo anima después a vestir con ropas femeninas y realiza una serie de cuadros que son muy bien recibidos. Más adelante descubrirá con sorpresa que él lleva un hermoso camisón de raso oculto bajo su traje masculino, pero sobre todo, contemplará con horror cómo se besa con un joven que lo ha abordado creyendo que se trata de una chica y sin advertir el artificio, o intuyéndolo secretamente.
Comienza entonces un doble conflicto que constituye el nervio de este quinto largometraje del cineasta londinense Tom Hooper, conocido hasta ahora, sobre todo, por El discurso del rey (The King’s Speech, 2010) y Los miserables (Les miserables, 2012):
Einar deberá ir aceptando paulatinamente, con una mezcla de desconcierto y placer, que su verdadera identidad es la de una mujer, que gusta llamarse Lili Elbe, y Gerda sufrirá constatando el cambio que se produce en una persona de la que está profundamente enamorada. Entre tanto, la pareja se traslada a París, donde él podrá manifestar sus preferencias con más libertad, dentro de los ambientes cosmopolitas de la época, entre artistas, marchantes y galeristas, al tiempo que los primeros intentos de aclarar su situación mediante consulta a distintos especialistas se saldan con otros tantos fracasos, porque le ofrecen diagnósticos y tratamientos disparatados.
A tenor de los hechos reales en que se inspira la película, basada a su vez en un libro de David Eberschoff, Einar supo entonces de la existencia de un médico de Dresde que estaba poniendo a punto un procedimiento quirúrgico consistente en una doble y arriesgada intervención con el fin de suprimir los órganos sexuales masculinos y construir después los femeninos. Aceptó someterse a ella, para convertirse así en el primer individuo plenamente transexual, y no simplemente travestido, de la Historia.
En dejar testimonio de esa circunstancia, y contribuir a la visibilidad y normalización del hecho en sí, radica probablemente el mayor interés de esta película. En la que, por cierto, la extraordinaria actuación de Alicia Vikander en el papel de Gerda, con su frescura y su capacidad de expresar los más variados matices con un leve gesto, acaba imponiéndose sobre los esfuerzos de Eddie Redmayne –acostumbrado ya a los personajes límite tras su intervención como Stephen Hawking en La teoría del todo (The Theory of Everything, 2013), de James Marsh– para encarnar el doble papel de Einar y Lili, consiguiendo, probablemente sin querer, que el drama de la esposa progresivamente desplazada llegue con más fuerza al espectador que la conversión de él en la mujer que siempre quiso ser.
Es verdad, por otra parte, que Tom Hooper y su guionista Lucinda Coxon han elegido para el desarrollo del relato un tratamiento demasiado suave, obviando los aspectos más problemáticos del caso de Einar Wegener, y en especial el rechazo social que sin duda provocaba entonces y sigue provocando ahora, además de manejar un concepto de feminidad bastante tópico, basado en datos externos, superficiales, y sin profundizar en las implicaciones psicológicas y sociales del asunto. A ese enfoque corresponde, además, un tratamiento visual embellecedor, esteticista, con movimientos de cámara tan enfáticos como superfluos y con un irritante abuso de los paisajes urbanos y rurales de estilo pictorialista como forma de pasar de una secuencia a otra, dando la impresión de que el director y su montadora no supieran enlazar bien los distintos fragmentos de una historia excesivamente blanda en algunos aspectos.
Con todo ello, La chica danesa es una llamada de atención sobre la evolución de un asunto de gran importancia, malograda sin embargo por un planteamiento que parece orientado a lograr la complacencia del mayor número posible de espectadores, en vez de contribuir a la auténtica comprensión del tema de fondo. Y aquí será justo rendir homenaje retrospectivo a lo que pudo hacer, entre nosotros y en su momento –tan difícil por tantos conceptos–, la magnífica y pionera Mi querida señorita (1971), de Jaime de Armiñán, uno de los cineastas españoles que más han hecho por criticar y superar, también suavemente y sin estridencias, pero con gran eficacia, los prejuicios imperantes en nuestra sociedad bajo el franquismo… y tanto tiempo después.
FICHA TÉCNICA
Título original: «The Danish Girl». Dirección: Tom Hooper. Guion: Lucinda Coxon, sobre la novela de David Ebershoff. Fotografía: Danny Cohen, en color. Montaje: Melanie Oliver. Música: Alexandre Desplat. Intérpretes: Eddie Redmayne (Einar Wegener / Lili Elbe), Alicia Vikander (Gerda Wegener), Ben Whishaw (Henrik), Adrian Schiller (Rasmussen), Amber Heard (Ulla), Matthias Schoenarts (Hans Asgil), Emerald Fennell (Elsa), Henry Pettygrew (Niels). Producción: Working Title Films, Artémis Prod., Kvinde Films, Shelter Prod., Pretty Pictures (Reino Unido, Bélgica y Estados Unidos, 2015). Duración: 119 minutos.
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