Crónica de la desolación

«Hermosa juventud». Jaime Rosales, 2014

Natalia y Carlos viven en el extrarradio de Madrid, rondan los veinte años de edad y llevan un par de ellos manteniendo relaciones, aunque habitan todavía en casa de sus familias respectivas, con problemas, como tantas otras. La madre de Carlos está muy enferma, apenas puede moverse y se pasa el día sola; la de Natalia, firme y enérgica de trato, sobrevive como puede manteniendo a otros dos hijos menores con un trabajo mal pagado y con la escasa ayuda que esporádicamente le pasa un marido con quien no se habla.

Natalia y Carlos bromean con sueños de prosperidad –una casa con piscina junto al mar, un coche de alta cilindrada– pero son conscientes de la vida de penuria y marginación que los espera, agravada cuando ella queda embarazada y deciden tener a una niña que en el fondo les encanta pero viene a incrementar, si cabe, sus dificultades de todo tipo. Poco antes de eso, han decidido, porque sí, por probarlo todo, rodar una escena porno de aficionados que les reporta la fabulosa cifra de trescientos euros a cada uno. Una fortuna al lado de los diez euros por jornada que reciben él y su amigo Raúl por retirar escombros de una obra cuando les permiten que lo hagan. Y la posibilidad de disponer de una furgoneta de segunda mano para hacer repartos ocasionales se revela pronto como otro sueño inaccesible…

Natalia –espléndida Ingrid García Jonsson– y Carlos –eficaz y sobrio Carlos Rodríguez– son los protagonistas de Hermosa juventud, quinto largometraje del barcelonés Jaime Rosales (Las horas del día, 2003; La soledad, 2007; Tiro en la cabeza, 2008, y Sueño y silencio, 2012). Por lo visto, el cineasta ha decidido abandonar la deriva emprendida con algunas de sus obras más recientes, que según él estaban condenadas a convertirse en ‘cine de museo’. Un cine, añadimos nosotros, compuesto generalmente por piezas poco comprensibles e inanes, que requieren tantas páginas de explicaciones como tiempo se pierde contemplándolas. Y ha hecho muy bien Jaime Rosales, a juzgar por el primer resultado de esta nueva etapa, que esperemos no sea el último.

Hermosa juventud, título a todas luces irónico pero quizá no demasiado expresivo, retrata con precisión, detallismo y sensibilidad a esa generación que se enfrenta a la vida en un contexto de crisis económica y social producida por la codicia de los amos de un mundo que ellos no pueden entender en modo alguno. Sólo quieren encontrar un trabajo, cualquiera, por duro que pueda ser; salir adelante como sea, atender a su hija debidamente, respirar, poder pensar en algo más que en la mera supervivencia y en unas charlas frustrantes con amigas y amigos tan desarbolados como ellos, al calor de unas copas de garrafón. Pero todo eso se les niega, sin que el enemigo tenga por lo menos un rostro al que poder escupir, tirar piedras o prender fuego.

Mientras Carlos se hunde en el nihilismo, Natalia acaricia una nueva aspiración, creyendo que en Alemania, con esfuerzo y a condición de aprender el idioma, se puede conseguir lo que desean. Y Jaime Rosales sigue la peripecia de ambos con una cámara atenta, demasiado móvil en ocasiones, dada a los barridos que tratan de materializar la distancia entre los personajes que hablan, pero que el grano grueso –producto del rodaje en 16 milímetros– hace más molestos, o a las acciones y diálogos fuera de campo, e insertando en el relato –resabios seguramente de su etapa anterior– algunas tomas con la cámara inclinada en ángulo recto, una multitud de imágenes fotográficas, mensajes de móvil, fragmentos de videojuegos y conversaciones por skype, que dan una apariencia muy moderna y probablemente acorde con los hábitos de los personajes juveniles, pero perturban el lento fluir de una narración más contemplativa que de acción, y nada sentenciosa.

De hecho, las dos incidencias que alteran ese devenir –la sesión de rodaje porno, cuyo sentido, sin embargo, quedará justificado al final, y la agresión de otro joven, con el juicio de faltas consiguiente– rompen quizás innecesariamente el ritmo de esta crónica de la desolación actual con la que Jaime Rosales se incorpora brillantemente a una forma de hacer cine que hace unos años recibió la denominación de “nuevo realismo europeo” y que en España es poco frecuente, con las notables excepciones que representan filmografías tan sólidas como las de Montxo Armendáriz, Icíar Bollaín, Patricia Ferreira o Fernando León de Aranoa, y las más recientes de Gabriel Velázquez e Isabel de Ocampo, entre otros nombres de interés. Bienvenido al club, y ojalá que un público que conoce también la desesperanza de cerca sea cada vez más receptivo a sus propuestas.

 

 FICHA TÉCNICA

Dirección: Jaime Rosales. Guion: Jaime Rosales y Enric Rufas. Fotografía: Pau Esteve Birba, en color. Montaje: Lucía Casal. Selección musical: Juan Gómez-Acebo. Intérpretes: Ingrid García Jonsson (Natalia), Carlos Rodríguez (Carlos), Inma Nieto (Dolores), Fernando Barona (Raúl), Juanma Calderón (Pedro), Patricia Mendy (Rosa), Miguel Guardiola (Germán). Producción: Fresdeval Films, Wanda Vision y Les Productions Balthzar (España y Francia, 2014). Duración: 102 minutos.

 

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