
20D
Se abre con la última encuesta publicada (en el extranjero, por supuesto) por El Periódico de Andorra. Llega para ampliar las dudas y animar ciertas expectativas (o incertidumbres): los votos de Podemos, PSOE e IU pueden superar a los de PP y Ciudadanos.
Y se abre también con la resaca de laSexta Noche, un programa repleto de aberraciones: en primer lugar, la reivindicación del puñetazo a Rajoy como una consecuencia de la crispación generada por los partidos de izquierda–no solo Pedro Sánchez y el PSOE, también Pablo Iglesias y Podemos (aunque tengo respuestas para la indignación no dejo de preguntarme cómo una cadena que juega a ser decente puede ampliar la voz de los energúmenos–; en segundo, el alegato permanente en favor de unos y en contra de otros bajo apariencia de neutralidad –la pareja Ferreras–Pastor acudió a hacer publicidad de ellos mismos (les pagan) y a favor de los suyos (no pasa nada, antes tuvieron otros y mejoraron su cuenta corriente de credibilidad–; en tercero, la descalificación, desde el progresismo allí representado, del denostado bipartidismo–¿era lo que había que hacer en esas horas cuando ya no cabe la réplica o la democracia que defienden los medios tiene sus propios valores ajenos al demos?–; el cuarto, el desconcierto de Nativel Preciado, que debió marchar con sensación de náufraga.
Vueltos del sueño reparador, metidos ya entre confetis de la fiesta de la democracia (se revuelven las tripas con el tópico y terminaremos por ello con dolor de estómago) caben varias salidas:
Una, ir a votar temprano para evitar las colas (luego resulta que las mesas y las actas se retrasan y la espera resulta inevitable) e incluso para imaginar que, votando el primero, si inmediatamente se cerrara la urna, mi habría sido decisivo. ¡Eso sí que sería la fiesta de la democracia, el acierto pleno!
La segunda, convencernos de que no es hora de inaugurar un tiempo nuevo (o inédito). En A vivir que son dos días lo explica con lucidez Amelia Valcárcel. Quienes, por fortunio o infortunio, en 1978 no estaban aquí (al menos, con uso de razón) tal vez no lo sepan (para recordarlo había que haber estado), pero entonces sí parecía el comienzo de un tiempo diferente; radicalmente distinto en lo fundamental y con matices muy parecidos en lo menos radical.
La tercera, para dejar abierta las dudas (o sea, para seguir dudando) sobre los instrumentos y mecanismos a través de los cuales decidimos y ejercemos el voto (o la democracia). Es un asunto recurrente en este lagar. Hoy encuentro reflexiones en la misma dirección en El Confidencial: las firma Carlos Sánchez y las titula El mayor lavado de cerebro de la democracia.
La cuarta, desear que el cambio fuera cierto y para ello haría falta que tuviera una profundidad mucho mayor que la que se nos antoja posible; pero las quimeras en política no sirven.
19D

Día de reflexión. Lo lógico hubiera sido que la autoridad competente prolongara esta jornada de solo 24 horas a varias semanas, pero ese el tiempo de los días en que se mide la campaña electoral y no hay manera de cambiarlo. Uno de los directivos de Metroscopia asegura, a estas alturas, que una cuarta parte de los votantes no sabe por donde tirar. Y parece que las elecciones se van a resolver gracias a los dados, a la corazonada, al viento que sople o a la carta más alta; en el mejor de los casos.
Un tertuliano se hace cruces ante esa actitud tan poco madura, tan poco lógica, tan propia de una sociedad arcaica o rural. O eso interpreto de su tono tan sorprendido como despectivo. Lamento que al conductor del programa no se le ocurriera pedir al compañero que explicara sus certezas; siquiera para que la mayoría pudiéramos sospechar de su genio y su ingenio.
En mi caso solo se me ocurren razones para dudar.
¿Dónde han guardado la ruleta de los juegos geyper?
18 D
La campaña se despeña hacia el final. Cada vez queda menos tiempo para dilucidar entre lo falso y la verdad. Cualquier cosa se puede escuchar. Por ejemplo:
• el responsable de economía del PP dice que es una «leyenda urbana» que prometieran bajar los impuestos en 2011
• Rajoy asegura que «nadie» ha perdido su empleo por la reforma laboral
• el ministro de Justicia defiende la «honestidad» de Gómez de la Serna: «Es una persona con valores y principios»
Lo Gómez de la Serna roza el esperpento. Se emiten grabaciones en las que se escucha cómo negocia una supercomisión de millón y medio de euros en la que implica al embajador Gustavo de Arístegui. Éste ya dimitió como representante en la India, pero su mamporrero se niega a seguir el ejemplo. Y el presidente del Gobierno asegura que no conoce el asunto, ni en el fondo ni en sus detalles. Su cercanía con Bárcenas, pero también a Arenas y a Rajoy invita a suponer que alguien le propuesto que sea fuerte. Y ahí está resistiendo. Y según el portavoz de PP ¿ha desaparecido!
Nada de esto importa ya. O eso se pretende. El final de la campaña se juega con los ojos cerrados: patadón y a la carrera.
Otros asuntos consiguen mayor relieve: los medios de comunicación destacan la carantoña maternal de Angela Merkel en el rostro aún tumefacto del presidente Rajoy, al que solo le asusta el pacto alcanzado en Portugal por la izquierda en pleno, con el inmediato ascenso de sueldos, pensiones… Su equipo insinúa la posibilidad de un gran pacto con el PSOE, el presidente pregunta quién ha dicho tal cosa y Sánchez se lo traslada a los asistentes a uno de sus últimos mítines para mostrar la unanimidad del coro: ¡¡¡¡¡Nooooooo!!!!!
La derecha no comenta el último serial: Ocho minutos manchegos. Son varias las personas contratadas en Castilla la Mancha por ocho minutos al día; es el tiempo asignado para limpiar las papeleras de una oficina, tras el cual termina la tarea, hasta la oficina siguiente y sus ochos minutos de turno. La izquierda se queda muda. Puede que alguien pregunte ¿se trata de contratos fijos o temporales? ¿O será el contrato único?
¡Cuánto despropósito! ¡Que pase esta última jornada de propaganda para levantar un monumento al absurdo día del silencio (en vano llamado de reflexión)!
17D
Esta mañana la lucidez de El Roto deja en pañales al titular con que abrimos este diario preelectoral.
Si lo peor del puñetazo a Rajoy podían ser las explicaciones, la prensa conservadora ha estado a la altura de lo esperado.
16D
Rajoy acude por la mañana a la SER. Pepa Bueno le pregunta si Pedro Gómez de la Serna, el candidato por Málaga acusado de percibir comisiones, debe renunciar. El presidente responde: “Si quiere hablamos de lo que queremos hacer en España y, si no, usted misma”.
Más tarde, cuando la periodista le plantea si él mismo no atacó gravemente a otros dirigentes socialistas desde la tribuna del Congreso, Rajoy, autoritario, zanja la cuestión: “Mire, a mí… si le parece hablamos de mi programa electoral (…). Si le parece hablamos de eso que creo que puede tener más interés para sus oyentes y para usted”. Cansancio, impertinencia, hastío o, simplemente, talante… democrático.
PP y Ciudadanos coinciden en que la violencia machista debe quedar al margen de la campaña. Pero al candidato naranja por Cantabria, médico de oficio, se le escapa en presencia de Albert Rivera que el aborto es violencia. Y añade: «tenemos un problema de tasa de natalidad y queremos propiciar con todas las medidas al alcance de la ley que las mujeres puedan desarrollar toda su feminidad». Más tarde corrige lo del aborto, nadie alude a su idea de la feminidad. Para que nos vayamos aclarando. Otro candidato ciudadano, éste por Huesca, Jesús Tejeda, que simultaneaba su trabajo como arquitecto municipal con otros en empresas inmobiliarias, se aferra a la lista con la aquiescencia de los responsables del partido. Ejemplar.
De repente, todo cambia: un joven rapado y fornido, de 17 años, interrumpe el paseo de Mariano Rajoy por Pontevedra y le propina un violento puñetazo en el rostro que deja marcado y aturdido al presidente del gobierno. Mal asunto. Grave.. El agresor es un joven, radical (del facherío pasó al independentismo), ultra del Pontevedra y de la vida misma (en su haber tiene tuits en que amenaza de muerte a diferentes personajes públicos), y según la fiscalía de menores, con algún trastorno psicológico.
Los responsables políticos, los medios de comunicación, todos, descalifican la agresión. No obstante, hay gente dispuesta a destacar que la violencia forma parte de esta sociedad y a entender que, a veces, la política ha sido un instrumento de provocación y humillación, más allá de las discrepancias ideológicas.
Otra cosa bien distinta es el uso de la violencia contra alguien, sea o no cargo público. En ese caso no se sabe si es más grave el puñetazo o las explicaciones. La popular y segoviana Beatriz Escudero proclama que «El me siento orgulloso de insultarle de Sanchez lleva al me siento orgulloso de pegarle. La irresponsabilidad del PSOE es indecente», comparando las declaraciones de Pedro Sánchez tras el debate con las del agresor pontevedrés tras su detención. El ministro Montoro, en un mitin en Sevilla explica la necesidad de «evitar la crispación y bajar el nivel de ese tipo de debates y acusaciones públicas, que llevan a lo que llevan». El Confidencial concluye que “el puñetazo a Rajoy culmina una semana final de campaña del 20-D tensa y enrarecida” y “el triste colofón a una semana marcada por un bronco debate o por los escraches a varias sedes políticas en Barcelona”.
¿Cuándo terminará todo esto?
15D
El cara a cara Rajoy-Sánchez dio más de lo esperado, porque la comparecencia del presidente del Gobierno y las previsiones electorales del candidato de PSOE se aliaron. Rajoy aceptó el debate con el precedente del duelo sobre el Estado de la Nación, en el que despreció solemnemente al novato portavoz socialista. Sánchez aprendió la lección y quiso aprovechar una oportunidad de la que sólo él iba a disponer en esta campaña electoral: decirle a máximo responsable del gobierno de España durante los cuatro últimos años lo que buena parte de los ciudadanos piensan. Salió a por todas hasta conseguir que el imperturbable y displicente Rajoy perdiera su cómoda compostura. Pero allí terminó el debate. Todo lo demás fueron rescoldos de un momento decisivo en no se sabe qué dirección.
Sánchez lo necesitaba. Rajoy no lo esperaba. El asunto ha animado durante todo el día la discusión, las redes y las tertulias. Pero nadie sabe si repercutirá en el 20D.
14D
La última semana de campaña electoral se inicia con la expectativa del debate postrero: el último, sí, y con vocación de póstumo, porque uno de los litigantes, al menos, no sobrevivirá cuando llegue el siguiente.
Lo protagonizarán, cara a cara, los representantes de los dos partidos clásicos, aunque en él se entrometerán de una u otra manera los excluidos de este combate final: Ciudadanos, Podemos e incluso la Izquierda Plural. La televisión aún manda, sus audiencias resultan todavía abrumadoras, pero ahora existen grietas que la debilitan: el boca a boca de las redes sociales lo mismo la amplifica que la distorsiona y la comparecencia de los excluidos –como comentaristas– en alguna cadena les permitirá, fuera del guión inicialmente previsto, un último turno de palabra; tanto más eficaz cuanto menos deseado por los acaparadores del tiempo de juego.
Empieza, pues, la cuenta atrás para resolver la indecisión que parece definir las horas previas al 20D; se abren, en fin, los últimos capítulos de La campaña de la incertidumbre. Con este mismo título Jorge Galindo publicaba ayer en El País un artículo en el que reflejaba con precisión el actual estado de la cuestión: las posiciones de los contendientes, los movimientos posibles en este momento del juego, las tácticas con las que unos y otros pretenden mejorar posiciones…
De ese relato sugerente cabe deducir que en esta partida los ciudadanos son fichas que unos pocos manejan (o si se prefiere, mueven, a veces con ocultaciones o engaños), que en esta contienda por el poder sólo importa el resultado final, que los valores, los programas, las propuestas y hasta los compromisos más nobles a los que se alude de manera continua forman parte del atrezzo o el ropaje con el que se acude a la batalla para protegerse o para camuflarse, para distraer al contrario o para desorientarlo, y también para decidir quién suma más efectivos sobre el terreno; es decir, quién tiene más fieles dispuestos a ser en algún momento engañados.
Quizás por eso sean tantos (o seamos) los que, a siete días de la cita, aún andamos buscando un lugar donde refugiarnos. Esta batalla se resolverá sin nuestro consentimiento y más vale creer que hicimos lo que estaba en nuestra mano, mientras llega el día de eludir estrategias o artimañas para pensar que compartimos un empeño.
Otro sueño con vocación de póstumo.
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Este día tiene otro argumento
que invita a reflexionar sobre el lugar en que habitamos y lo que decidimos. Los franceses han impedido el gobierno del Frente Nacional en todas y cada una de las regiones del país, tras ser éste el partido más votado en la primera vuelta. La derecha tradicional y los socialistas se han repartido el poder.
Con ese objetivo, el PS llegó a pedir el voto para sus adversario en algunas circunscripciones, retirando sus candidaturas en la segunda ronda, para evitar a las Le Pen y a sus camaradas aún a costa de entregar el gobierno a sus competidores tradicionales. Un gesto más valorable desde el pasado reciente (Francia recuerda con horror el paso del fascismo) que desde el futuro, porque los nuevos fascistas han conseguido que la derecha tradicional se asemeje demasiado a ellos y que los socialistas también miren en esa dirección para permanecer vivos.
La República conserva un aura digna de respeto, pero la realidad no sueña. En su defensa la sociedad francesa acudió mayoritariamente a las urnas, a diferencia de lo que decidió en la primera vuelta.
