Cuestiones pendientes después de los tanteos

Todo cambió antes de tiempo. O se decidió que todo había cambiado antes de tiempo. Que nada sería ya igual, que se había inaugurado un nuevo tiempo, que los debates no podrán eludirse sin castigo, que…

Pero, como siempre, las frases rotundas se desprestigian por si solas cuando entran en juego los matices.

Por ejemplo, las afirmaciones sobre los debates. Recordamos el previo que promovió Jordi Évole y desató las primeras pasiones ; el primero oficial, aunque sin comparecencia del PP;  el segundo, con el espacio del partido en Gobierno ocupado por una sustituta de reemplazo ; el tercero, el más completo en número, aunque repleto de suplentes y vacíos, y el cuarto, un cara a cara fuera de contexto , que acabó en desconcierto y cuya batalla se prorrogó en las redes y las televisiones con otros agentes dispuestos a reconducir y hasta reelaborar lo ocurrido sobre el decorado inerte y el moderador desconcertado.

Tras el recuerdo, una pregunta. Pese a la sobredimensionada trascendencia de los debates, al final de la  campaña se reconoce que Rajoy sacó partido de los que no acudió, y frente a la obsesiva preocupación por el ganador de cada una de esas contiendas, se concluye que Rajoy obtuvo beneficios del que perdió, al igual que alguno de los que no fueron invitados al festejo, mientras que Sánchez se echó a perder en el que ganó.

Ya había ocurrido antes: la supuesta derrota de Felipe González en el primer debate electoral de la historia de la democracia española le llevó a revalidar la presidencia del Gobierno. En la siguiente oportunidad, sin debate, la victoria fue para José María Aznar.

¿Entonces?

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