Diario. Mayo 2016

Día 24. Teléfono

Cada vez que el teléfono recibe una llamada no identificada, mal rollo.

Si la ignoro, me martillea el remordimiento: no tengo registradas a todas las personas que conozco y quizás esté llamando alguien a quien le han dado mis referencias, a quien tal vez pueda echar una mano o que me la pueda echar a mí o que se trate de alguien simplemente agradable o vete a saber.

Si la atiendo, constato que se trata de un vendedor de productos que detesto, de un banco con un nuevo invento para robarme, de un automático (¿se dice call center?) empeñado en que valore del cero al diez al empleado que me hizo la revisión del coche o al que atendió una reclamación telefónica y que, con pegajosa cortesía, dejó las cosas a medias porque no eran de su incumbencia.

Hay días en los que esas llamadas se reiteran tanto que cuando, al fin, recibo una identificada, tras las que decidí no coger y las que cogí, me desahogo: “¡El que faltaba!”. Y le pongo a caldo.

 

Día 16. Contradicción

“Cuando en el sendero de mi casa crezca la hierba, seré feliz”, escribió Kenzaburo Oe.

Tras las lluvias de las últimas semanas, tengo razón para sentirme dichoso. Sin embargo, para entrar en mi casa no voy a tener más remedio que echar mano de la desbrozadora.

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