El sarcasmo de la España laica

Juan G. Bedoya escribe en El País un artículo titulado El analfabetismo religiosoAquí quedan los dos párrafos finales, para que  acudir de vez en vez a ellos. En cada ocasión en que sea preciso hablar sobre el sarcasmo del estado laico (o no confesional, como les guste) llamado España.

España un Estado laico, qué sarcasmo. Aquí se confunden actividades y fines religiosos y estatales. Hay una sola religión con un status privilegiado y en un paraíso fiscal. Se incumple el principio de neutralidad: el Jefe del Estado nombra al arzobispo para asuntos castrenses con rango de Vicario y General de División. Se pisotea el principio de igualdad tributaria: los católicos puedan dedicar el 0,7% de su IRPF a financiar a su religión sin pagar ni un euro más que el resto de los contribuyentes. Se ignora el principio de laicidad: se financia con dinero público un fin religioso como si fuera un fin estatal. Y el Estado cede a los obispos, por Ley, la tarea de evangelizar a los niños en las escuelas, decidiendo el qué y el cómo de la enseñanza, nombrando a los profesores a su capricho (500 millones de euros, según las cuentas de Europa Laica), sin control por la Justicia aunque lesionen derechos fundamentales de los trabajadores. La Iglesia romana manda y el Estado español paga haciéndose cargo, incluso, de indemnizaciones ya millonarias porque hay prelados que despiden a sus docentes de catolicismo por casarse con divorciados, vivir con personas que no son marido o esposa o, sencillamente, por irse de copas los amigos.

Todo es “un anacronismo difícil de entender”, como acaba de decirle a Rajoy, en carta pública, un grupo de iglesias de base de Madrid. “La educación en la fe religiosa pertenece a otro lugar, y a otros protagonistas: los templos, las sinagogas, las mezquitas, etc.”. En cambio, los obispos exigen (y el Gobierno cede) que la asignatura de catolicismo recupere el carácter académico y evaluable de la asignatura normal, con su correspondiente alternativa de entidad, a ser posible la matemática. La tesis del cardenal Rouco es que la asignatura de religión también es ciencia, aunque de seguido pretenda que sea impartida por catequistas. Es volver a un pasado que cosecha analfabetos religiosos, e incluso creciente increencia (por lo que a los prelados incumbe). También cosecha sentencias judiciales. Todo parece ya inevitable, para regocijo de la jerarquía católica. No escarmienta. Habrá clases de religión y su alternativa, a la misma hora, la quiere exigente y evaluable, no sea que los chicos y las chicas no se apunten a la oferta episcopal. Es como si, porque unos van al fútbol, el resto del alumnado tuviera que acudir a un partido de rugby.

Artículo anteriorLa nueva cruzada de la Educación
Artículo siguienteConsejos para parados