El cambio de camisa (o de detergente)

Ha llegado “la izquierda que cambiará España”. Así, por las buenas.

El PSOE ha elegido un nuevo secretario general del que sabemos, a ciencia cierta, que quería ser lo que fuera necesario y le dejaran, incluido secretario general, con el permiso o el madrinazgo de la intrépida Susana. He aquí el futuro.

Muchas caras nuevas que esconden poderes viejos, sin acallar las sombras de lo que se cuecen entre bambalinas.

¿Era eso lo que se reclamaba?

El cambio ha venido sin saber qué cambia. El cambio vuelve a ser un eslogan, pero, ahora, inane.

Ocurre que, pese a todo, quedan atrás iniciativas despreciadas por eso que se denomina opinión publica y que, hoy por hoy, constituyen el único asidero del partido que fue mayoritario: su propuesta federal sellada en Granada y, sobre todo, un amplio abanico de propuestas anunciadas en una conferencia extraordinaria de la que no se acuerdan ni quienes la promovieron, tal vez porque las enunciaron, pero no se las creyeron. ;

Había argumentos para la discusión y la política, pero a los ciudadanos no les bastaban, porque desconfiaban de quienes los formularon. ¿Y ahora? La credibilidad no es un cartel pegado en la pared, sino el fruto del compromiso, laborioso y veraz, con un proyecto de intervención en la sociedad.

Sin saber qué se quiere cambiar no hay manera de anunciar que hemos cambiado.

En todo caso, de camisa. O de detergente. Eso se ve. ¿Algo más?

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