
Se empieza con una sospecha y se acaba en una madeja. La Factoría del Gran Pacto empezó a dar signos de que estaba dispuesta a utilizar a Podemos a favor de su objetivo y, semana tras semana, las pistas se han ido convirtiendo en una auténtica red de carreteras. Y ante tamaño lío, el seguimiento de esa malla se transforma en obligación y agobio. La Factoría no ceja y eso que aún queda mucho tiempo por delante. Debe ser que el éxito depende de los preparativos, de la creación de un estado de recelos o miedos que acabe avalando el objetivo.
O sea, que la sospecha inicial parece justificada, pero el empeño en corroborarla es una lata, una pesadez. La semana que concluye, la cuarta en este empeño, ha provocado demasiado trabajo; tanto que caben dudas de si el empeño resistirá al paso del tiempo y a todos los detalles. Quizás haya que rebajar la presión y conformarse con los trazos más gruesos. Quién sabe.
Día 8. La fiesta de la Inmaculada parece propiciar una cierta tregua en la Factoría. Tan solo una nota que reseñar: “Podemos pedirá que se invaliden las listas a las municipales con su nombre”.
Día 9. Pasados los tres días festivos, el asunto vuelve a la portada: “Iglesias intenta controlar el uso de la marca Podemos en las municipales”, insistiendo en algo que publicó antes. En el interior la noticia se reviste con otra apariencia: “Podemos impulsará listas municipales de ‘unidad popular’ pero sin su marca”. (Unidad Popular no parece una referencia Chile, sino a la bicha de la visión franquista de la Repúbliuca. Menuda viaje. Menudas alforjas. Todo ello se ahorma en un manual para interpretar de qué va la vaina: «Podemos, brújula para las elecciones».
Día 10. Nada de ti, nada de mí, nada de ná. Reposo.
Día 11. «Iglesias se dispone a tomar el control de Podemos en Madrid y Barcelona», se anuncia. Fin, por tanto, del proceso participativo, del movimiento espontáneo y libertario. Y se añade una revelación «El líder del partido asegura que el famoso sms del ‘Pásalo’ en 2004 nació en su entorno». Es decir, que de sus alrededores salió aquella convocatoria de manifestación tan denostada y tan ilegal en la jornada de reflexión que acabó con el gobierno del PP. Se lo contó Pablo Iglesias a Iñaki Gabilondo; en realidad, una anécdota que se había contado con anterioridad, pero que alguien debió considerar relevante. Para completar el día Xavier Vidal-Folch resume: «Impagar deuda, hundir obreros», un artículo que, pese al título, tiene mayor enjundia que un nuevo arrebato contra Podemos. Por el contrario, el de Ignacio Urquizu, «No son tiempo para juegos» es lo que parece.
Día 12. La Cuarta página de Pablo Simón, «Cuatro aristas de Podemos», reflexiona sobre el fenómeno que domina el panorama político. Y en la versión digital aparece un resumen del diálogo que Monedero mantuvo en un colegio y en el que afloran comentarios con una clara intencionalidad ideológica. Nada que reprochar, salvo el contexto: el de la generación del miedo.
Día 13. El tema vuelve a portada: “El Bundesbank dice que las propuestas de Podemos amenazan la economía”, aunque en el interior, la entrevista a Jens Weidmann, presidente del Bundesbank, cambia (¿por qué?) en otra dirección: “Reestructurar la deuda pondría en peligro el ahorro de los ciudadanos”. Metidos en economía, un dato: «Podemos logra casi 865.000 euros de donaciones privadas». Y un recordatorio abreviado: la conversación de Monedero en el colegio: “Haremos todo lo posible para no convertirnos en casta”.
Día 14. Llega el domingo con sesión continua. Para abrir boca, “Podemos explota las esencias del programa de IU pero rehúye las alianzas”. A continuación, un recopilatorio: “El origen del ‘¡Pásalo!’ del 13-M de 2004 está cerca de Pablo Iglesias”. Poco nuevo sobre lo ya repetido e incluso nada sobre lo ya escrito por otros. Sorprende la insistencia, tanto más cuanto menos se alcanzan las razones . Clausura al asunto por esta semana con un nuevo editorial, “No cometer deslices”, que se resume en el subtítulo: “Las recetas populistas en plena tormenta monetaria arruinarían a los países vulnerables”. Muchas vueltas para insinuar lo que parecía.
