El fin del periodismo

Obama es el primer presidente gay de la historia de Estados Unidos. Es muy probable que no sea cierto. En primer lugar, porque cabe la posibilidad de haya alguno en la lista presidencial que no confesó su homosexualidad. Y en segundo, porque no parece muy seguro que Barak Obama lo sea. Lo que ocurre es que así lo asevera Newsweek, aunque tal vez lo haga, como dice El País, porque últimamente las ventas van mal y hay que afinar en las portadas.

Hace unos días el mismo periódico español publicaba un editorial titulado Una Bankia pública en el que, entre otras aseveraciones se afirmaba que «la nacionalización temporal es la mejor opción para el banco y bajar la tensión sobre la deuda» (sic, en el subtítulo). No importan mucho los argumentos, sino que, cuando terminé de leerlo, me surgió una pregunta: ¿de qué depende esta línea editorial: de la deuda de Bankia o de la de Prisa?

Los medios de comunicación en estos tiempos afinan en el ejercicio periodístico, sobre todo, cuando se refieren a otros medios, cuanto más competencia mejor: en esos casos actúan con una impecable actitud periodística, porque hacen público lo que los directivos de los medios afectados no quieren que se conozca. El problema radica en que esos mismos medios actúan de manera absolutamente contraria cuando se trata de ellos mismos. Practica la censura férreamente.

A veces he planteado que los medios deberían seguir una norma elemental: no hacer aquello que no están dispuestos a hacer con ellos mismos.

Eso sí que sería el fin del papel o el desierto absoluto del espectro radioeléctrico.

¿Por qué los periodistas se afanan en relucir los vicios ajenos, que no siempre aciertan a ver con claridad, cuando ocultan los que tienen ante sus ojos? Y en caso de duda, siempre habr

 

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