Un patriotismo contradictorio

A Barack Obama le resta un año en la Presidencia de Estados Unidos y él mismo ha iniciado la despedida. Así se explica, tal vez, su esfuerzo para dejar en la memoria de muchos afectados por la dura hegemonía de lo que él representa algunos detalles que permitan recordar su doble mandato con cierta predisposición a la benevolencia.

Recibido con la pasión que suscita lo nuevo e incluso lo inédito, el discurso épico y moralizante del primer presidente negro, pronto se vio atrapado entre la realidad de los intereses del gigante que representaba y los obstáculos a sus reformas de la mayoría republicana; los primeros los aceptó como propios de su cargo y los segundos los asumió sin resignación.

En los recuerdos de su tarea habrá que incluir, entre otros muchos asuntos, la reedición de viejos y nuevos conflictos bélicos, el poco digno silenciamiento de Guantánamo tras sus promesas previas, las rebajas del seguro sanitario para los ciudadanos más desprotegidos, el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP) y el avanzado intento de TIPP que pretende involucrar a la Unión Europea para proteger intereses mercantiles y comerciales de las grandes corporaciones.

Pero también habrá que considerar su esfuerzo frente a la reacción republicana para conseguir la implantación del seguro médico, para desarrollar una política económica menos excluyente y legitimadora de la intervención pública, o su reiterada apelación a códigos morales a favor de la inclusión de los desfavorecidos, los emigrantes, el tercer mundo…

Las contradicciones de su mandato le convertirán en un presidente mucho más digno que los que solo dejaron la huella de su poder, al frente del gran coloso del mundo, a favor de los intereses generales de la hegemonía global y los particulares de sus valedores.

En ese sentido destaca la idea, recientemente planteada por Obama, de una renovación de los cimientos del patriotismo estadounidense (el que avala la acción despótica de ese país en el mundo) que incluya la necesidad de asumir “que hay capítulos oscuros en nuestra propia historia”, de “ponerse en la piel de los adversarios” y de encontrar las referencias últimas en los exploradores y los nativos, en los inmigrantes latinos y en los supervivientes del holocausto, en los bomberos del 11S y en los pioneros de las luchas por los derechos de los homosexuales.

Este intento de reivindicar un patriotismo crítico (que, para muchos, puede equivaler a un patriotismo contradictorio) tiene un valor simbólico. El problema radica en que puede ser, a estas alturas de su mandato, demasiado efímero. Su propuesta quedará, no obstante, y así lo recordaremos, en el fiel que trata de equilibrar las contradicciones de un líder (y eso lo ha sido) del que se esperó mucho.

Artículo anteriorEl aquelarre del señor obispo
Artículo siguienteCuenta atrás hacia la próxima decepción