«Samba». Olivier Nakache y Eric Toledano, 2014
Los realizadores franceses Olivier Nakache y Eric Toledano vuelven a contar, por quinta vez, con su actor fetiche Omar Sy, protagonista del formidable éxito taquillero que fue en su país Intocable (Intouchables, 2011), para construir esta crónica penetrante aunque amable de la inmigración africana en Europa, y a modo de ejemplo en París, donde se desarrolla la acción.
Sy es Samba Cissé, un senegalés que lleva años malviviendo en la capital, explotado de mil maneras diferentes y siempre pendiendo del hilo de una orden de expulsión que puede llegar en cualquier momento, si los constantes trapicheos con documentación falsa no acaban en una detención policial que pueda desvelar su verdadera identidad. Así entra en contacto con Alice –espléndida también Charlotte Gainsbourg–, ejecutiva de una empresa de selección de personal a la que la tensión de su trabajo ha llevado a una crisis de la que trata de salir con terapias pintorescas y, sobre todo, entregándose en cuerpo y alma a la colaboración con una ONG que se dedica a ayudar a inmigrantes.
Lo de menos es, probablemente, que funcione o no la relación afectiva entre los dos protagonistas que puntea el desarrollo del argumento, y que lo haga tanto en sí misma –cosa improbable, dadas las características de uno y otro personajes– como en términos de ficción dramática, que tampoco resulta muy sólida, quizá por demasiado previsible.
Lo importante es que, como quien no quiere la cosa y sin extremar el mensaje, Samba traza un panorama desolador de las relaciones entre la vieja Europa y los desposeídos que llegan a ella dispuestos a soportarlo todo con tal de poder sobrevivir y quién sabe si cumplir el sueño de volver a su tierra y llevar allí una vida digna. Porque no se puede olvidar que la miseria que asola Africa, por sí misma o por mediación de los reyezuelos dictatoriales que se han hecho con el poder en distintas zonas, es producto de la superexplotación de sus recursos por el colonialismo europeo, primero en solitario y después oculto tras el criminal anonimato de las empresas llamadas transnacionales, que han acabado raptando a la propia Europa.
Y ahora, esa Europa eternamente depredadora se lleva las manos a la cabeza ante la invasión de menesterosos en busca de lo más elemental, eriza sus fronteras de cuchillas asesinas, blinda sus puertos y dispara a discreción para que perezcan ahogados en sus aguas los que consigan llegar a ellas, instala centros de internamiento de extranjeros que más parecen cárceles decimonónicas o campos de concentración, permite que con la pobreza de los desesperados se lucren una multitud de mafias del transporte en condiciones infrahumanas o de fabricantes de una documentación ilegal que no protege ni la décima parte de lo que cuesta. Por si fuera poco, y como muestra cumplidamente la película, la perversa nueva meretriz de Babilonia explota a conciencia a quienes logran superar todos esos filtros, utilizándolos al mismo tiempo como mano de obra barata, competencia involuntariamente desleal frente a las legítimas pretensiones de los trabajadores autóctonos, que ven cómo los puestos disponibles son ocupados, en condiciones cada vez más precarias, por quienes tienen que aceptar lo que sea para poder comer y no ser deportados, al tiempo que los salarios bajan en la misma atroz medida en que crecen unos beneficios fraudulentos pero legales, según la corrompida legislación internacional.
De todo ello habla Samba, con sordina y burla burlando, sin sentar cátedra ni lanzar mensajes, sólo como aparente telón de fondo de la peripecia principal. Y es de agradecer que hable de ello, cuando tanta película comercial y de éxito pretende estar rodada en ninguna parte, solo por entretener, como si viviéramos en el mejor de los mundos posibles, con todo lo que sabemos en España, por ejemplo, de esas atrocidades tan discretamente descritas aquí. Tanto, que no queda más remedio que recordar y añorar a la vez aquel prodigio de anticipación, sensibilidad y lucidez que fueron las maravillosas y doloridas Las cartas de Alou, realizadas por Montxo Armendáriz en 1990, nada menos.
Por eso, cuando ante la nueva y desde luego imperfecta película de Nakache y Toledano alguien comenta que es una simple comedia sentimental blandita, o una construcción demasiado simplista de buenos y malos, habrá que citar aquello de que cuando el dedo señala la luna, el tonto mira el dedo.
FICHA TÉCNICA
Dirección y Guion: Olivier Nakache y Eric Toledano, sobre la novela de Delphine Couline. Fotografía: Stéphane Fontaine, en color. Montaje: Dorian Rigal-Ansous. Música: Ludovico Einaudi. Intérpretes: Omar Sy (Samba Cissé), Charlotte Gainsbourg (Alice), Tahar Rahim (Walid / Wilson), Izïa Higelin (Manu), Issaka Sawadogo (Jonas Karanoto), Hélène Vincent (Marcelle), Youngar Fall (Lamouna), Christiane Millet (Madeleine). Producción: Quad, Ten Films, Gaumont, TF1 Films y Korokoro (Francia, 2014). Duración: 120 minutos.
