«La Isla Mínima». Alberto Rodríguez, 2014
Entre Carminas, Apellidos vascos, Niños contrabandistas y demás, el habla andaluza está conquistando la cuota de pantalla que proporcionalmente le corresponde, aunque siga haciéndolo la mayoría de las veces en términos de gracietas y tópicos que remiten a los gastadas comedias costumbristas de los hermanos Álvarez Quintero y sucesores. No es el caso de La Isla Mínima, que peca, por el contrario, de excesiva seriedad y abundancia de pretensiones. Y nada que oponer, por supuesto, a esa emergencia lingüística del andaluz, siempre que los equipos técnicos de sonido sean capaces de recogerlo con limpieza, porque de lo contrario, como ocurre aquí en varias ocasiones, los espectadores poco acostumbrados a esas formas de expresión se perderán buena parte de su contenido, obstaculizado entre músicas y ruidos mal mezclados.
Pero no es ese el mayor problema del sexto largometraje del sevillano Alberto Rodríguez, notable cineasta que ya en películas anteriores había mostrado su inclinación hacia el cine de género como forma de referirse más o menos crípticamente a graves cuestiones del presente. En ésta, y lamento disentir de cuantos han manifestado su entusiasmo, porque comparto el interés por defender todo lo posible el cine español serio que se hace en unas circunstancias industriales muy difíciles, creo sinceramente que no logra ni una narración del todo eficaz ni una visión crítica de los temas que aborda a través de su argumento.
Con un guión que se quiere denso y complejo, pero se queda en simplemente oscuro –a tono con el forzado tenebrismo de sus imágenes, formalmente correctas–, salpicado de gratuidades y de esos golpes de efecto violentos que caracterizan a las películas de acción de serie B, La Isla Mínima sigue la peripecia de una pareja de policías enviados desde Madrid a las marismas del Guadalquivir para tratar de localizar a dos chicas que han desaparecido durante las fiestas del pueblo y de las que algunos sospechan que pueden haber buscado trabajo en la Costa del Sol.
Para resolver rápidamente la intriga policiaca inicial, los cadáveres de las jóvenes aparecen pronto, violados y torturados con particular brutalidad. Ahora corresponde a los protagonistas buscar al autor o autores de esos crímenes, entre una maraña de candidatos posibles, pero también de pistas falsas, personajes turbios y apenas definidos, vueltas y revueltas no demasiado justificadas, que hacen avanzar morosamente la acción, entre sobresalto y sobresalto.
Se ha incidido en que la fecha de los sucesos, finales de 1980, y el hecho de que los dos policías –enfáticamente interpretados por Javier Gutiérrez y Raúl Arévalo– sean muy diferentes entre sí, procedente el primero de la vieja policía franquista y amante de sus métodos, y más joven y moderado el segundo, casi demócrata en su comportamiento, confiere a la película una dimensión política que haría de ella un nuevo ejemplo de cine de ficción apegado sin embargo a la auténtica realidad de aquello sobre lo que fabula. No obstante, en La Isla Mínima –título de por sí desvaído y poco atractivo–, da la impresión de que el envoltorio devora al contenido, de que las supuestas normas genéricas del policiaco o el cine negro se imponen demasiado sobre un discurso confuso, y de que personajes como el cacique del pueblo o situaciones como las huelgas y manifestaciones de los jornaleros, aun con todas sus pretendidas implicaciones, no son sino añadidos de forma voluntarista a un relato que en realidad camina por otros derroteros, mucho menos interesantes a pesar de su espectacularidad. Como ocurre con esos planos cenitales de la marisma, el cementerio o una carretera, que parecen ampliar el contexto de la acción, y en el fondo no significan nada, más allá de su aparatosa vaciedad. Y con otras tantas tomas y pasajes retorcidos que poco aportan a la historia. Demasiado poca cosa para contrarrestar la vulgaridad chillona que impera en el depauperado cine español actual.
FICHA TÉCNICA
Dirección: Alberto Rodríguez. Guion: Rafael Cobos y Alberto Rodríguez. Fotografía: Álex Catalán, en color. Montaje: José M.G. Moyano. Música: Julio de la Rosa. Intérpretes: Javier Gutiérrez (Juan), Raúl Arévalo (Pedro), Antonio de la Torre (Rodrigo), Nerea Barros (Rocío), Jesús Carroza (Miguel), Jesús Castro (Quini), Salva Reina (Jesús), Cecilia Villanueva (María). Producción: Atresmedia Cine, Atípica Films y Sacromonte Films (España, 2014). Duración: 105 minutos.
