Erre que erre

Sortu se presenta en sociedad. Es la heredera de Batasuna y viene avalada por algunos lugartenientes de abertzalismo. Rechazan la violencia, incluso la que, si así fuere, pueda provenir de ETA, pero no condenan explícitamente la que aventó el terrorismo que entonces avalaban. Hablan de un nuevo proyecto, político, sin marcha atrás, pero deben superar el recelo de buena parte de la sociedad española y, sobre todo, de los principales partidos políticos. Son dignos de desconfianza y de sospecha, dicen: su decisión e incluso sus estatutos tienen un carácter instrumental. Sólo pretenden concurrir a las próximas elecciones municipales y forales.

Afirmaciones como las realizadas por los representantes de Sortu no se habían escuchado hasta ahora en el mundo de los batasunos. No basta. En estos casos se aplica la doctrina del erre que erre, una versión antagónica, aunque del mismo corte, que la famosa matraka del ex–lehendakari Ibarretxe. O sea, que no cuela o que no van a dejar que nos la cuelen. Para que purguen un rato más, se sobreentiende, por tanto disparate y porque no son de fiar y menos ahora que utilizan los estatutos e incluso la palabra con otros fines.

El valor instrumental de las palabras y los actos. Pues claro que sí. En su caso y en el nuestro. ¿O no? ¿Sólo para Sortu/Batasuna o también para los españoles?

¿Qué le conviene a los ciudadanos? Que lo que dicen sea verdad.

¿Cómo ayudamos a que lo sea?¿De qué manera se puede conseguir que estas palabras inéditas en el mundo abertzale, de afirmación de la política sin violencia, dejen de ser novedosas e inéditas? ¿Aceptándolas o negándolas?

El PP en estos temas seguirá en el monte (ellos, que no han rechazado la violencia que sufrieron cientos de miles de españoles durante varias décadas) y el PSOE no se atreverá a disentir. Que decidan los jueces. Sí, que lo hagan, pero tal vez convendría en este caso decir algo más para que el debate resulte más razonable, más constructivo y más sincero. Quizás no convenga. Por razones instrumentales.

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