Humo con intriga (relato real de rostros sin rastro)

El humo esconde el fuego y, además, confunde. Así resumió Jaime una reunión que había convocado con esmero, a la que habían acudido destacados personajes de la confabulación pública, en la que se había debatido con natural cinismo la sórdida realidad española y con la quiso relanzar su carrera política, a lomos de sus excelentes dotes de anfitrión y de los cubalibres y gintonics con que Mónica, su mujer, desatascaba el pudor y la indecencia de cualquier caterva de ilustres con poder e ínfulas. Sin embargo, el humo atravesó las conversaciones y el reconocimiento quedó oscurecido por el interrogante que desató la humareda, tan incomprensible y variable que el contubernio político se transformó en una trama de tintes policíacos, aunque no negros, porque el espectáculo alcanzó en algunos momentos el esplendor del colorín.

 

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