«Marsella». Belén Macías, 2013
Seis años después de aquel estudio del comportamiento de un grupo de mujeres en una situación cerrada que fue El patio de mi cárcel (2008), y tras haber dirigido varios capítulos de distintas series para televisión, la tarraconense Belén Macías se centra en su segundo largometraje en el enfrentamiento entre dos mujeres, dos madres muy diferentes, una biológica y otra de acogida, en el espacio abierto del camino que une Madrid y Marsella, adonde viajan en busca del padre de la hija que comparten.
Sara, de familia modesta y mal avenida, y madre real de la pequeña Claire, fruto de su relación con un francés que huyó de su lado al saberla embarazada, perdió hace cinco años la custodia de la niña, por decisión judicial. Se la consideró incapaz de garantizar su educación, dada su adicción al alcohol y las drogas, así como por un incidente del que no sabremos nada hasta el final. Después de entablar una lucha denodada, de la que tampoco se nos dan detalles, ha conseguido recuperarla y se empeña en viajar hasta la ciudad francesa para que conozca a su padre.
Virginia, casada con Alberto y de posición económica y social acomodada, obtuvo el derecho de acoger a la niña, dado que no podían tener descendencia propia, y juntos la han educado de acuerdo con las convenciones de su clase, para hacer de ella una persona ‘bien’. Aceptan a regañadientes el nuevo dictamen, pero no logran reponerse al desgarro emocional que tal situación les produce.
En medio de ese torbellino de sentimientos, Claire intenta adaptarse como puede a un cambio tan radical, pero será una debilidad suya –el miedo al sentirse momentáneamente abandonada por Sara durante una noche en un hostal de carretera– la que permita que Virginia se incorpore al viaje, estableciendo un insólito triángulo cuyo mayor interés puede radicar, más que en el enfrentamiento entre las dos mujeres adultas, en el drama de una cría que, parafraseando una expresión conocida, no se sabe cómo puede tener dos madres a la vez y no volverse loca.
Con los añadidos probablemente superfluos de una subtrama de tráfico de drogas y de los contactos esporádicos de Sara y la niña con un camionero y su sobrino, introducidos con calzador en el guion y resueltos de manera poco convincente, Marsella avanza con lentitud hacia un desenlace en parte previsible y en otra parte lleno de sorpresas cuyas premisas se nos habían ocultado sibilinamente, y con un último plano abierto a varias interpretaciones. Entre ellas la basada en los condicionamientos dictados por las diferencias de clase de las protagonistas: da la impresión de que puede más la socialización que la biología, pero no acaba de entenderse muy bien si con ello se adopta una actitud crítica o conformista.
A todo esto, Noa Fontanals interpreta –si es que los niños interpretan– convincentemente a Claire con su mirada y la expresividad de sus gestos, mientras María León dibuja una Sara cargada de pasión pero demasiado encasillada siempre en su autorrepresentación de eterna hija de Carmina, y Goya Toledo resulta demasiado fría, rígida y poco comunicativa, muy en su papel de señora fina aunque distante para lo que parece requerir su personaje.
La directora, por su parte, mantiene el pulso de un guion en cuya elaboración ha intervenido, pero se obstina en abusar de los primeros planos, que con su reiteración dejan pronto de transmitir intensidad dramática y, dada su casi incompatibilidad con el formato panorámico de la película, genera frecuentes composiciones forzadas y más incómodas que eficaces. Aunque tampoco estos defectos –menores y menos llamativos que los que se observaban en El patio de mi cárcel– anulan por completo el interés de una película cuyo singular planteamiento prometía más de lo que al final ofrece.
FICHA TÉCNICA
Dirección: Belén Macías. Guion: Verónica Fernández, Aitor Gabilondo y Belén Macías. Fotografía: Aitor Mantxola, en color. Montaje: Alejandro Lázaro. Música: Juan Pablo Compaired. Intérpretes: Goya Toledo (Virginia), María León (Sara), Noa Fontanals (Claire), Eduard Fernández (Jesús), Rachel Lascar (Violette), Miko Jarry (Vincent), Àlex Monner (Nacho), Óscar Zafra (Alberto). Producción: Messidor Films, Neon Productions y Tornasol Films (España, 2013). Duración: 95 minutos.
