
«Selma». Ava DuVernay, 2014
Cuando se cumple el cincuenta aniversario de las históricas marchas organizadas entre la ciudad que da título al filme y Montgomery, capital del Estado de Alabama, en defensa del derecho al voto de la comunidad negra estadounidense, se estrena esta película, tercera de ficción de la cineasta de la misma raza Ava DuVernay, que trata de reconstruir aquellos hechos.
Partiendo de la concesión del premio Nobel de la Paz de 1964 a Martin Luther King, protagonista absoluto de la película, y cerrándose con unos rótulos que recuerdan su asesinato en 1968 y el éxito al menos parcial de sus reivindicaciones, Selma se centra en los esfuerzos del líder religioso por animar la lucha pacífica en pro de los derechos civiles, por contener a quienes intentaban conseguirlos mediante la confrontación directa, violenta si fuera inevitable, y a la vez por arrancar del presidente Lyndon B. Johnson la promulgación de una ley que reconociese por fin de manera efectiva el citado derecho al voto. Que existía ya en alguna forma, pero era eludido con mil trampas groseras por quienes ejercían la autoridad real –y la fuerza– a pie de calle en ciudades y Estados contrarios a la igualdad. Entre esos procedimientos arteros, uno que nos sonará particularmente en la España actual, y que consistía en someter a quien quería votar a un ridículo y arbitrario cuestionario que demostrase su patriotismo, como hacen aún entre nosotros, amparados en normas disparatadas, algunos jueces atrabiliarios con los inmigrantes que necesitan conseguir el imprescindible pero cada vez más difícil permiso de residencia.
Elaborada como proyecto a lo largo de varios años, encomendada sin éxito a algunos directores de renombre y limitada permanentemente por las exigencias de los herederos reales del protagonista, Selma tiene, dentro de su fría corrección formal, empañada por efectismos gratuitos como ese atentado a cámara lenta que trata de sobrecogernos nada más iniciarse la acción, todo el molesto aspecto de una hagiografía que exalta sin medida las virtudes de su protagonista y difumina sus errores y contradicciones. De hecho, y junto a un cúmulo de discursos e intervenciones del personaje central, farragosos en general y poco afortunados en su capacidad comunicativa, acaban interesando más las fugaces apariciones de personajes como Malcolm X, líder radical asesinado también en 1965 y a quien por cierto dedicó Spike Lee una película igualmente polémica pero más relevante (Malcolm X, 1992), o los dos representantes de la organización juvenil que aspiraban a una lucha más directa y menos pactista.
Frente a esos breves apuntes, la película dedica quizá demasiado tiempo a las negociaciones de Martin Luther King con el presidente Johnson, figura muy discutible, oportunista y amparada en la popularidad que le confirió el asesinato de John F. Kennedy, de quien fue vicepresidente, que aquí resulta beneficiada en exceso por la comparación con felones de la categoría del sheriff de Selma, el gobernador de Alabama George Wallace –eficaz Tim Roth en otro de sus papeles de malo– o el todopoderoso y siniestro jefe del FBI, J. Edgar Hoover. Particularmente penosa resulta la escena en que Johnson asegura cínicamente a Luther King que comparte sus aspiraciones, pero que tiene como prioridad luchar contra la pobreza en Estados Unidos, y que la igualdad racial efectiva deberá esperar a otro momento más oportuno.
Con todas esas limitaciones, la película de Ava DuVernay es muy respetable por lo que tiene de recordatorio actual de unos hechos de singular trascendencia en la historia contemporánea, a la vez que se demuestra desgraciadamente su actualidad cuando se observan conflictos como los existentes hoy en Ferguson y otras ciudades de aquel país, gobernado por un presidente negro pero donde la policía no sólo asesina a jóvenes de esa etnia a los que considera sospechosos de cualquier cosa, sino que queda exenta de responsabilidades penales por unas autoridades judiciales que parecen extraídas de un relato de siglos pasados. Siempre es bueno que el cine nos recuerde de dónde venimos, por si podemos evitar que nos lleven hacia donde vamos.
FICHA TÉCNICA
Dirección: Ava DuVernay. Guion: Paul Webb. Fotografía: Bradford Young, en color. Montaje: Spencer Averick. Música: John Stephens y Lonnie Lynn. Intérpretes: Davis Oyelowo (Martin Luther King), Carmen Ejogo (Coretta King), Oprah Winfrey (Annie Lee Cooper), Tom Wilkinson (Lindon B. Johnson), Colman Domingo (Ralph Abernathy), Dylan Baker (Edgar Hoover), Ledisi Young (Mahalia Jackson), Tim Roth (George Wallace). Producción: Cloud Eight Films, Celador Films, Harpo Films (Estados Unidos y Reino Unido, 2014). Duración: 128 minutos.
