La risa menos incisiva

El viento del oeste salvó al señor H. de convertirse en un desdentado prematuro y, aún peor, en un desdentado convicto y confeso. Si aquella mañana de julio el viento hubiera soplado en otra dirección, el señor H. no habría podido alcanzar desde su azotea con la escopeta de aire comprimido el globo de helio que se alzaba sobre los tejados de la ciudad.

 

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