«Mr. Turner». Mike Leigh, 2014
El veterano director británico Mike Leigh, en cuya filmografía destacan títulos como Secretos y mentiras (Secrets and Lies, 1996), Topsy-Turvy (1999) o El secreto de Vera Drake (Vera Drake, 2004), aborda en esta nueva película la última parte de la vida del pintor Joseph Mallord William Turner (1875-1851), mucho más conocido por sus obras, a medio camino entre el romanticismo y la abstracción, según algunos expertos, que por los acontecimientos que pudieron jalonar su existencia, y que Leigh, en su calidad de guionista y realizador, reconoce haber estudiado durante los largos años en que acarició este proyecto, ambicioso desde el punto de vista artístico pero también financiero.
Esa larga maduración y el acopio exhaustivo de datos pueden explicar, quizá, la acumulación de situaciones a veces alargadas, otras reiterativas, unas intensamente dramáticas, otras cercanas a la comedia, o incluso a la caricatura –igual que el dibujo de algunos personajes–, que lastran la estructura narrativa de una cinta excesiva tanto en sus méritos como en sus limitaciones.
La clave reside, naturalmente, en el retrato que se ofrece del protagonista. Una especie de ogro malhumorado y gruñón –interpretado por Timothy Spall, colaborador frecuente del cineasta–, con permanente cara de asco o por lo menos de desdén hacia cuanto lo rodea, ya sean las personas más cercanas, los integrantes de la selecta pero tumultuosa Royal Academy of the Arts londinense o los representantes de las clases dominantes del momento, que lo acogen con interés pero también lo critican despiadadamente. En medio de ese entramado de relaciones, y entre los constantes viajes a los que era tan aficionado, Turner puede utilizar sexualmente a su fiel sirvienta Hanna Danby con una frialdad insultante, y sin embargo echarse a llorar de forma compulsiva ante la belleza de una joven prostituta a la que ha recurrido como modelo de sus dibujos. De la misma manera que puede sollozar ante la muerte largamente anunciada de su padre y mejor ayudante, y permanecer sin embargo impasible ante la presencia e incluso el fallecimiento de algunas de sus hijas, a las que nunca reconoció.
Esa permanente ambivalencia de actitudes en un personaje público y venerado como artista es seguramente el mayor atractivo de esta película desmesurada en tantos aspectos. Junto a, sin duda, o incluso por detrás de, el que constituye su gran mérito: el extraordinario tratamiento plástico conseguido por el director de fotografía Dick Pope, también colaborador habitual de Leigh, no solo al captar con todo detalle la formidable ambientación de época, clásica ya en las producciones inglesas, sino al materializar visualmente el universo del pintor en unas escenas donde la luz y la composición son las llaves maestras de su expresividad, pero que no caen en el error, frecuente en este tipo de filmes, de querer reproducir los cuadros del artista, sino mediante lo que constituye un hallazgo de concepción: situando al personaje ante paisajes que son Turner en sí mismos, para fundir íntimamente su visión, y la consecuencia de esta en sus obras, con la que ofrece la película de una y de otras.
Esa exquisitez puede sorprender aún más a quienes consideran que el celuloide es insustituible todavía a la hora de garantizar calidez y texturas –actitud que ha defendido el propio Leigh en numerosas ocasiones–, cuando se descubre que en este caso él y Dick Pope han trabajado con cámaras y soportes digitales de última generación, aunque con lentes y otros complementos propios de las técnicas tradicionales. Una nueva contradicción, al menos aparente, que queda perfectamente reflejada en la escena en la que Turner acude a un gabinete fotográfico para que le hagan un daguerrotipo –volverá después, satisfecho, con su última compañera, la acogedora y entregada señora Booth–, expresando con ello de forma sutil el terror de los pintores realistas frente a las nuevas máquinas que podían reproducir lo existente con mayor fidelidad.
Detalles como ese compensan lo dilatado de algunas escenas, entre ellas las de las diversas agonías que se contemplan en el filme, o repeticiones como las de debates en que es imprescindible conocer bien a los personajes reales que intervienen para extraer todo su sentido a la visión que la película ofrece de ellos.
FICHA TÉCNICA
Dirección y Guion: Mike Leigh. Fotografía: Dick Pope, en color. Montaje: Jon Gregory. Música: Gary Jershon. Intérpretes: Timothy Spall (J.M.W. Turner), Paul Jesson (William Turner), Dorothy Atkinson (Hannah Danby), Marion Mailey (Sophia Booth), Karl Johnson (Mr. Booth), Ruth Sheen (Sarah Danby), Sandy Foster (Evelina), Amy Dawson (Georgiana). Producción: Film4, FFI, Lipsync Productions, Thin Man Films y Xofa Productions (Reino Unido, 2014). Duración: 150 minutos.
