Las madres no hacen guardia en el cuartel

Este es un asunto verdaderamente espinoso. ¿Tiene razón Iñaki Gabilondo cuando dice que no se podrá hablar de igualdad mientras a una mujer se le pregunte “si quiere ser madre o periodista”? ¿O no se podrá hablar de igualdad sólo cuando esa pregunta no se le haga, simultáneamente, al hombre interrogándole “si quiere ser padre o periodista”?.

Iñaki plantea el dilema de manera habilidosa y a favor del derecho de la mujer a no afrontar la opción por la carrera profesional o la maternidad como una disyuntiva casi excluyente. Sin embargo, me parece que deja sin resolver algunos interrogantes legítimos.

La opción profesional, la materno-paternal, su plena compatibilidad o su manifiesta disociación son legítimas y corresponden al ámbito individual, de pareja o, si se quiere, privado. Sin embargo, la sociedad parece haber asumido el deber de amparar la compatibilidad en aras de los derechos individuales, la libertad, la igualdad y algunas otras razones no menos solemnes.

¿Se trata de un derecho indiscutible? Cuando ese derecho afecta o deteriora los de otros, compañeros que han elegido opciones diferentes, ¿qué hacer?

Leo hoy que “el ejército recorta la conciliación de las mujeres militares”, porque “una orden permite obligar a madres con jornada reducida a hacer guardias”. ¿Quién cubre, si no, su turno? ¿Por qué se le han de acumular las guardias a quienes no tienen hijos o ya no pueden reclamar la reducción de jornada?

¿Cabe la posibilidad de contratar a personas que sustituyan a las madres beneficiarias de ese derecho para que hagan las guardias, así como el resto de la tarea que no pueden cumplir por la reducción de jornada? ¿O deben ser los militares en plena actividad los que asuman la decisión de sus compañeras? (Utilizo el femenino exclusivamente porque la noticia se refiere a las madres, pero me parecería mucho más adecuada esta reflexión sobre los padres en general o, por seguir la actual tendencia estéril, sobre “los padres y las madres”?

La reflexión vale para el ejército, pero también para cualquier otra actividad laboral. ¿Por qué una decisión íntima, personal, puede afectar a otros trabajadores? ¿Qué derechos se arguyen? ¿Cuáles se conculcan?

Tengo la impresión de que, en la tendencia dominante, progresista, que se dice, hay cabos no resueltos.

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