Las papeletas electorales tienen ombligo

Nos las prometíamos felices (o como se llame eso que el desencanto ha rebajado de calidad y categoría o como se llame eso mismo que la frustración y la ausencia han convertido en necesidad) y hete aquí que hasta esa mínima expectativa recortada parece ya a punto de desvanecerse.

Hace unos meses, o varios estudios demoscópicos atrás, la sociedad española alentaba un cierto resurgimiento de la izquierda, según el cual cabía esperar una cierta regeneración de la actividad política e incluso una recuperación de objetivos que la realpolitik había borrado de nuestro horizonte.

El paso de las semanas y las encuestas nos devuelve un paisaje distinto. Ni los tratamientos antiarrugas consiguen el rejuvenecimiento de la tercera edad ni la nueva generación abdica del acné de la posmodernidad, que antepone el poder político a la transformación de la sociedad, hasta el punto de convertir a esta en instrumento más que en objetivo.

El cambio político, con los viejos y los nuevos actores, padece una miopía que a duras penas permite ver el propio ombligo.

En esa tesitura espero que lleguen a casa las papeletas de todos los partidos en liza para ejercer el derecho al voto por correo. La mayoría de las listas se irán a la papelera sin remilgo alguno. Las que queden servirán para añorar que, si fuera posible una reflexión entre ellas, podríamos acercarnos a la verdadera sustancia de la política.

No hay riesgo. Las papeletas electorales tienen ombligo.

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